Joaquín Sabina se declara un "intruso" entre los dibujantes, un "impostor" que, después de pasar por quirófano, decidió regalarse una edición de lujo. "A los 66 años y después de una operación de estómago que estuvo cerca de la peritonitis, pensé que en cualquier otra ocasión me habría dado vergüenza estar en una colección tan exquisita, pero también pensé que no había sido idea mía y era muy consciente de lo artesanal de estos objetos", explicó el cantante en la presentación del libro Garagatos. "Pensé que quizá podía permitirme ese capricho y que mis niñas, que piensan que soy un cantante horrible, empiecen a creer que soy Picasso", bromeó. "En realidad", dijo, "apenas sé dibujar; para mí era el modo de sacar la tensión entre concierto y concierto, sobre todo en los últimos años que me obligaba a estar mudo para guardar un hilo de voz que dar a mi bendito público. Y empecé a hacer garabatos, caligrafías, versos: garagatos". Son 66 dibujos editados en dos tomos que se ofertan en una caja de madera lacada en blanco, que simula una puerta auténtica de la casa de Sabina en la que se han reproducido los dibujos; eso sí, con una elaboración artesanal que convierte el envase en otra obra.