Fue una de las mujeres más poderosas del mundo y en 1979 su vida cambió para siempre. Farah Diba, la esposa de Mohammad Reza Pahleví, último Sha de Irán, marchó al exilio con su familia, tras la revolución islámica que dio el poder a los ayatollahs, y desde entonces sueña con la restauración de la monarquía persa en la persona de su hijo Reza Ciro.

Ese deseo se torna ahora aún más lejano con el nuevo marco de relaciones con el régimen iraní promovido por Estados Unidos y secundado por la Unión Europea. Farah Diba reside actualmente reside en Connecticut (Estados Unidos), cerca de sus hijos y nietos. Lleva una existencia más que holgada, pero ni por asomo parecida a la vida de auténtico cuento de las mil y una noches que tenía cuando se convirtió en emperatriz de Irán. Cuando el sha repudió a Soraya, su segunda esposa, por no darle hijos comenzó a buscar una mujer fértil. Farah, nacida en Teherán el 14 de octubre de 1938, era una chica feliz, que estudiaba en París. Su familia quería darle una educación moderna en un colegio francés.

Es la hija única de Sohrab Diba, oficial del ejercito iraní y graduado en la Sorbona, y de Farideh Diba, quien supervisó la excelente educación que recibió su hija hasta que contrajo matrimonio con el sha a los 19 años, en diciembre de 1959.

El padre de Reza Pahleví había dado un golpe de mano en 1925 y se le consideraba el musulmán más admirado de Occidente. Las gafas de baquelita negra le daban un aire intelectual que gustaba en la Europa de la época.

Pahleví fue sha de Irán desde el 16 de septiembre de 1941 hasta la Revolución islámica del 11 de febrero de 1979. Ostentaba el tratamiento de Su Majestad Imperial y portaba los títulos de Shahanshah y Aryamehr. El primer encuentro de la pareja ocurrió cuando el sha se reunió con un grupo de estudiantes iraníes en París y quedó impresionado con la belleza y la personalidad de Farah. Preguntó quién era y poco después se vieron de nuevo en Teherán. A Farah le hicieron una prueba de fertilidad que salió favorable. La boda fue un espectáculo que acaparó las portadas del mundo entero. A los 10 meses de Farah dio a luz a Reza, su primogénito.

Fueron veinte años de lujos, fiestas, viajes, fastuosos palacios, y toda clase de excesos materiales. La pareja tuvo tres hijos más: las princesas Farahnaz y Leila, y el príncipe Ali Reza, los dos últimos fallecidos en tristes circunstancias en 2001 y 2011, respectivamente.

La fiesta en las ruinas de Persépolis en 1971, para celebrar los 2.500 años de la monarquía persa, fue tan fastuosa que el mundo quedó estupefacto ante aquel despliegue de riqueza en un país con mucha pobreza. Se sirvieron cinco mil botellas de champán francés y Elizabeth Arden creó una línea de cosméticos llamada Farah, que regalaron a los invitados. Lanvin diseñó los uniformes de los sirvientes; Baccarat creó una cristalería especial, y Maxim, envió el buffet desde París. Fue el principio del fin.

En el libro de memorias An enduring love, que escribió al cumplir 65 años, la ex emperatriz relata con sinceridad la soledad que ha sido su "vida errante" desde la muerte de su marido. Cuando el Sha enfermó en el exilio, Farah estuvo a su lado, cuidándolo hasta que falleció en 1980

La vida cotidiana de los Pahleví se expone ahora en el antiguo palacio de Niavaran, hoy complejo histórico y cultural convertido en uno de los mayores y más populares atractivos turísticos para los ciudadanos de la República Islámica que lo recorren incrédulos.