El actor francés Gérard Depardieu compareció ayer ante la Berlinale en su versión más madura, armoniosa e incluso tierna, sin ánimo de polémicas, pero decidido a defender su amor por la Rusia del presidente Vladímir Putin.

"Mi romance con Rusia no es un romance, sino un amor", respondió Depardieu a una pregunta sobre el presunto enfriamiento de su pasión por ese país, del que adquirió la nacionalidad en 2013 como fórmula de exilio fiscal.

Hacia Putin siente "admiración", prosiguió el actor, quien acudió a la capital alemana para presentar su película Saint Amour, dirigida por Benoit Delépine y Gustave Kervern, exhibida en la sección oficial del festival aunque fuera de concurso. "Es mejor que las películas a competición. Deberíamos ganar", bromeó.

Estuvo simpático y hasta comprensivo hacia "colegas que entran en política" como George Clooney, quien aprovechó su paso por la Berlinale para entrevistarse con la canciller Angela Merkel, aunque opinó que "cuestiones serias" como la crisis de los refugiados deben dejarse para los políticos.

En cuanto a otras películas, el cine polaco y el iraní cerraron ayer la competición de la Berlinale, un festival que recorrió los conflictos políticos del mundo presente o sus orígenes en su 66 edición y entre cuyos 18 aspirantes repartirá hoy sus osos el jurado, presidido por la actriz estadounidense Meryl Streep.