¿Puede una mujer de clase media asumir el papel de reina? La respuesta es sí. La historia está llena de ejemplos y Letizia es uno muy claro. La esposa de Felipe VI ejerce con estilo propio y eso que no es lo mismo crecer entre alfombras de la Real Fábrica de Tapices que pasar infancia y juventud en un piso normal de un barrio muy normal, sin colegios privados ni universidades de renombre. Por eso la actual reina de España, que hace hoy doce años ingresó para siempre en el selecto club de los royals, tiene un doble mérito.

Cualquiera que haya subido de repente varios peldaños de la escalera social se percataría del esfuerzo que ha hecho la mujer de Felipe VI para adaptarse a su papel. Sin apenas entrenamiento tuvo que subir esa escalera de golpe. Lo logró. Otras aspirantes a tronos nacidas en ambientes elitistas, la misma Diana de Gales, criada en la poderosa familia Spencer, perteneciente a alta nobleza británica, no estuvieron estar a la altura de lo que se esperaba de ellas. Así que Letizia cumple doce años en el mundo real con una nota muy alta, gusten más o menos sus vestidos y sus joyas, detalles, al fin y al cabo, secundarios, si se comparan con las cuestiones de verdadero calado.

Una docena de años después de aquella boda pasada por agua los expertos en casas reales y los aristócratas españoles que la recibieron de uñas, reconocen que la Reina cumple a la perfección su papel e incluso ha ido más allá y ha sabido imprimir un sello propio a la Real Casa. Letizia es muy consciente de su papel. Se critica la cercanía de su madre, Paloma Rocasolano, al pabellón de los Príncipes. ¿Qué hija no confía en la suya cuando tiene que pasar largas horas fuera de casa? Si la Reina optase por dejar a Leonor y a Sofía, nacidas en 2005 y 2007, respectivamente, exclusivamente en manos de las nannies se la pondría aún más en la picota.

La experiodista, acostumbrada a medirse con Rania de Jordania o Máxima de Holanda, mantiene amistades de toda la vida. En algunos círculos disgusta el desapego que demuestra la soberana hacia algunos ámbitos de la aristocracia. Este sector opina que sería mejor una jefa del estado consorte desprendida de su pasado, haciendo tábula rasa de todo y jugando a ser princesa de toda la vida. La cuestión es que lo que en España no gusta en otros estados causa admiración. Y precisamente en Inglaterra, el paradigma de la monarquía actual, algunos periódicos han llegado a recomendar a la duquesa de Cambridge, de soltera Kate Middleton, que tome nota del comportamiento de su prima lejana española. A la esposa de Guillermo se le reprocha tener la agenda bastante vacía. Sobre Letizia corre esa leyenda acerca de los descansos de los fines de semana. En cualquier caso, los reyes españoles no viven con la ostentación de otras dinastías reinantes como los propios Windsor o los Bernardotte en Suecia.

La realidad española es diferente. Un telón de transparencia ha ido cayendo sobre las actividades de la familia real desde que Felipe y Letizia se casaron. El aniversario coincide hoy con la final de la Copa del Rey de fútbol que enfrentará al Sevilla y al Barcelona, en el estadio Vicente Calderón de Madrid. El Rey, muy futbolero, irá y presidirá el encuentro. Felipe VI ha llevado a sus hijas a las semifinales de la Champions. Primero a Leonor, que hace casi dos años se convirtió en princesa de Asturias tras la subida de su padre al trono. Y luego a la infanta Sofía. Este es el segundo aniversario de bodas como Reyes y seguro que, partido aparte, la familia realizará una celebración privada y discreta.

El año pasado los monarcas pasaron su día entre militares, con la jura de bandera de 39 nuevos guardias reales. Allí estuvieron Felipe de uniforme militar y Letizia estrenando el corte bob que ha ido relajando en los últimos meses. El aspecto de la soberana consorte ha cambiado bastante desde aquella primera aparición pública en el Teatro Real de Madrid el 3 de noviembre de 2003. Letizia era una joven periodista, un rostro conocido de la televisión. El 6 de noviembre en El Pardo fue la presentación oficial de la novia del Príncipe. La primera salida oficial ante la realeza europea fue con motivo de la boda de Federico y Mary de Dinamarca. Lució un espectacular vestido rojo de Caprile. Desde entonces ha depurado su estilo.