A estas alturas David y Victoria Beckham, ellos siempre tan apegados a las tendencias y a la última moda, deben de estar hechos un mar de dudas: seguir adelante con su sólido matrimonio de 17 años o hacerlo estallar por los aires como mandan los cánones del star system. Porque, bromas aparte, parece que aquí no se salva nadie y parejas que han sido siempre ejemplo de cómo el amor es posible en el ajetreado mundo del famoseo se disuelven de la noche a la mañana.

Esto viene a cuento de Brad Pitt y Angelina Jolie, pero también de Melanie y Antonio, Diane Kruger y Joshua Jackson o, los más recientes, Naomi Watts y Liev Schrieber. Todos señalados tiempo atrás como ejemplo de relación sólida, y todos ahora cada uno por su lado. Y, cómo no, muchos ya con otra pareja.

Los Beckham son, por llamarles de alguna manera, una "pareja potencialmente divorciable" en el futuro. Siempre han estado en el punto de mira. Exactamente desde el minuto uno tras casarse en 1999 cuando ella era una (no tanto) jovenzuela de 25 años que triunfaba en medio mundo cantando con Spice Girls y él un apuesto (aunque algo poligonero en su aspecto) futbolista por cuyo remate suspiraban los mejores clubes del planeta. De romper, tendrán que esperar a que se resuelva el reparto de bienes de los Jolie-Pitt, porque la prensa no daría abasto para encajar tanto titular. En su caso, el divorcio sería muy goloso: cuatro hijos, varias propiedades repartidas por todo el globo, sociedades en común, derechos de imagen y una inmensa fortuna. Así que de momento, por favor, a la cola.

En ella se encontrarán con unas cuantas parejas que nadie se cree y que también figuran en la lista de futuribles divorcios. Por echar mano a lo de casa, ahí están Elsa Pataky y Chris Hemsworth, quienes no pierden ocasión de pregonar a los cuatro vientos lo felices que son en las antípodas con sus tres retoños rubios y salvajes. Su boda fue una sorpresa y sonó, con perdón, a tongo cuando la anunciaron días después de celebrarse en un paradisiaco rincón de Indonesia y sin haberse cumplido un año de la ruptura de ella con Adrien Brody, quien llegó a regalar a la española un castillo.

Lo de que sonó a tongo no es capricho, sino que tiene solidez: todas las alarmas saltaron cuando la diminuta Elsa posó en soledad vestida de novia para la exclusiva, descalza por la playa más en plan de estar grabando un vídeo clip que de haber jurado amor eterno. Ni rastro del novio. Luego, todo hay que decirlo, hubo rastro, sí. Las dimensiones del guapo australiano hacen que éste sea difícil de ocultar. Lo cierto es que ahí siguen seis años después, felices como perdices.

Ellos caen bien, no como los siguientes. En España ganas de hincarle el diente las hay, y muchas, al dúo Bardem-Cruz. Pocos tragan con que la dulce y siempre políticamente correcta Penélope sea feliz al lado del macarra Bardem. Ríos de tinta y venganza correrían de llegar la disolución del contrato matrimonial, cuya celebración también fue secreta y, al parecer, con la novia embarazada. Pero seis años de unión (hubo más antes de cortejo) y dos hijos, a la par que ausencia de riñas o escándalos públicos, dan fe de su sólida relación. Ambos además pasan olímpicamente del qué dirán y no se molestan en contar si les va bien o les va mal.