La ceremonia de inauguración de Donald Trump se quedará en la retina de los americanos como el día en el que Melania Trump, la flamante primera dama llegada de Eslovenia, quiso emular a su predecesora, Jacqueline Bouvier Kennedy, con un vestido de Ralph Lauren con abrigo de cuello envolvente, look monocolor en azul pálido y unos diamantes en las orejas.

Melania comparte con Jackie un aspecto serio, a veces demasiado frío y distante, que ayer se agudizó con un atuendo hecho a medida en cachemira, que no le hacía ni una arruga. Los guantes hasta el codo y los zapatos salón en el tono de la ropa aportaron elegancia a la primera dama que falló con un recogido bajo en el pelo, más apropiado para la noche que para una ceremonia de día, en la que para rematar el look Jackie, Melania podría haberse puesto un pill box con la melena suelta. Aún así gustó mucho. Tanto como Michelle Obama, primera dama saliente, con vestido evasé en tejido brocado y abrigo en rojo burdeos, con un estrecho cinturón negro apropiado para mujeres tan altas como ella y el cabello recogido en un moño clásico, más adecuado a la ocasión.

Tanto Melania como Michelle huyeron de ostentaciones. No fueron las únicas. Ivanka y Tiffany, las hijas del magnate, dos rubias de pelo rubio largo y lacio, fanáticas de la moda y con experiencia como modelos, lucieron outfits en color vainilla para tratar de atenuar la imagen dura que ofrece el presidente, que ayer volvió al rojo. Ivanka escogió un Óscar de la Renta de escote irregular y botones ocultos. Tiffany lució un abrigo de diseño más clásico, cruzado, sin demasiada gracia. Las joyas de la firma de Ivanka, la hija favorita del presidente, se tomaron un descanso ayer, tal vez para evitar críticas.

Los hombres de la familia -Donald Jr, Eric, Barron, y Jared Kushner, el marido de Ivanka- optaron por trajes y abrigos de corte clásico, con toda la pinta de estar hechos a medida, un lujo que ellos sí pueden permitirse.