Ni zombis, ni psicópatas con bates, ni tigres en acción han sido suficientes. A la serie televisiva Walking Dead la han herido de gravedad y parece que va a tener que emplearse a fondo si quiere sobrevivir. La serie, basada en la saga de cómics homónima de Robert Kirkman y una de las que más audiencia mundial tiene junto con Juego de Tronos, acaba de finalizar su séptima temporada, sin duda la que más polémica ha traído consigo desde su estreno en octubre de 2016.

La ficción tenía las expectativas muy altas en su regreso puesto que no solo mostraba la llegada de Negan, interpretado por un inmejorable Jeffrey Dean Morgan, sino que suponía la ejecución de uno de los personaje más queridos de la serie. El público sabía que sería testigo de una muerte inolvidable y los guionistas decidieron dar a los fans dos asesinatos tremendamente violentos por el precio de uno. El sádico momento de Negan dándose el gusto de traumatizar a los asistentes con su temido bate Lucille fue el inicio de una sucesión de desastres que ha llevado a que esta temporada sea considerada como la peor de todas.

Lo interesante es que el núcleo del problema ha dividido a los propios seguidores entre los que consideran que las cosas se han desmadrado volviéndose demasiado desagradables para los protagonistas y los que defienden a ultranza las tramas más violentas. Hablamos del papel indispensable que ha cobrado el nuevo villano contra al grupo principal de supervivientes.

Lo más destacado de Negan es que cuando entra en escena, la respiración se corta, pues es muy difícil averiguar si la situación va a terminar bien o teñida de sangre. La dureza del personaje, junto a ese toque de genialidad que Morgan ha conseguido aportarle, ha logrado que héroes invencibles como Rick (Andrew Lincoln) o Daryl (Norman Reedus) se hayan doblegado ante el miedo para convertirse en traumatizados servidores sumisos que pese a su sentimiento de venganza no saben ni por dónde empezar.

Esta situación es uno de los elementos clave -aunque no el único- que ha provocado un importante rechazo por parte de la audiencia. Acostumbrados a ver a estos supervivientes plantar cara a cualquier adversidad, el público no ha soportado que dos de sus iconos se hayan convertido en dóciles esclavos de un individuo cuya personalidad, que se ha ido descubriendo capítulo tras capítulo, es el verdadero reflejo del mal en la sociedad.

El siguiente fallo garrafal es algo que ya viene de lejos y que, pese a la continuas críticas de los fans, parece que los guionistas hacen oídos sordos. Se trata de los episodios de relleno que cortan la dinámica de la trama para contar historias personales a las que se les dan más importancia de la que merecen. En esta edición esos capítulos han sido más habituales que en otras ocasiones para explicar la situación de los diferentes asentamientos de supervivientes ante el dominio de Los Salvadores, el nombre con el que se denomina la facción antagonista.

Se han abordado historias protagonizadas únicamente por secundarios que carecían del mínimo interés para mantener al espectador fijo en su sitio. Episodios como la llegada de Carol y Morgan a El Reino, las negociaciones de Hilltop, las aventuras de Rick y Michonne buscando armas y afianzando su historia de amor, o aquel esperpéntico viaje de Tara al poblado habitado solo por mujeres suponen las líneas a evitar si esta serie pretende tener un futuro en la parrilla. A ello, se junta el hecho de que los propios muertos vivientes hayan quedado relegados a un segundo puesto en el que solo brillan por lo desagradables que son más que por el terror o el peligro que provocan.

Los datos hablan por sí solos. Walking Dead estrenó temporada con una audiencia de 17 millones de espectadores, un dato casi de récord que solo ha sido superado por su quinta temporada con un total de 17,2 millones de seguidores. La alegría de un estreno muy esperado fue desapareciendo a medida que avanzaban los meses hasta llegar a los 11,3 millones que registró el último capítulo que se emitió el pasado lunes en España. Un episodio que fue, junto al arranque, el mejor que ha habido este año.

La promesa de guerra que prometía ese final ha quedado únicamente en un preludio de lo que se espera que llegue algún día. Sin embargo, en sus casi sesenta minutos de duración, se produjeron inesperados giros de la trama que mantenían la emoción a flor de piel en todo momento. Alianzas que se quiebran, muertes estratégicas e inesperadas y, por supuesto, el poder ver al tigre Shiva en acción fueron los culpables de que pese a 16 capítulos de resignación, aún exista una mínima esperanza para continuar visionando esta serie.

Pero ¿hacia dónde se dirige Walking Dead? Esta ficción, que comenzó llena de vitalidad, ha terminado convertida en un zombi que vaga sin rumbo fijo, que en ocasiones se vuelve agresivo cuando ve un trozo de carne jugoso al que hincar el diente. Por el momento, los creadores de la serie ya han declarado que la octava temporada será la "más grande y la más intensa" hasta el momento. La esperanza que queda ante sus palabras es que esa edición arrancará con el capítulo 100 de la ficción, por lo que se espera un inicio inolvidable de los que dejan con la boca abierta. Eso sí, habrá que esperar hasta octubre de este año para ver lo que ocurre.