La comunión de la infanta Sofía, "un poquito" nerviosa y muy cariñosa con sus padres y su hermana Leonor, permitió ayer volver a ver en público a la familia real al completo, por primera vez en casi 10 meses. Junto a ellos asistieron también a la celebración los abuelos maternos y la bisabuela de las hijas de los Reyes así como el príncipe Konstantin de Bulgaria, padrino de bautizo de Sofía.

Muy sonriente ante las cámaras en el exterior del templo, Sofía abrazó a sus padres y de forma especialmente efusiva a su hermana en el saludo de la paz, al final de la ceremonia religiosa, durante la que ella leyó un extracto de uno de los salmos y la reina Sofía demostró su afición a la fotografía tomando instantáneas de su nieta, según relató después algún invitado.

Como hace dos años en la comunión de la princesa Leonor, los medios gráficos no pudieron acceder al interior de la iglesia para seguir la ceremonia, que duró casi una hora y en la que Felipe y Letizia, esta vez con su hija mayor, se volvieron a sentar en la segunda fila de bancos, de acuerdo con una distribución de asientos que sigue el orden alfabético de los apellidos.

Unas filas más atrás, junto a otros familiares del resto de niños que tomaban la comunión -la pequeña recibió el sacramento junto a sus compañeros de clase-, don Juan Carlos y doña Sofía seguían ilusionados el momento en el que su nieta recibía la Eucaristía.

La infanta Sofía recibió la comunión con el uniforme del colegio Santa María de los Rosales, al igual que el resto de compañeros de clase. Una chaqueta azul marino junto a una falda gris mientras que su hermana Leonor lució un vestido azul claro.