El actor argentino Ricardo Darín, primer sudamericano en lograr un premio Donostia, el máximo reconocimiento del Festival de Cine de San Sebastián, considera el galardón "un gran honor inesperado, por otra parte, porque uno nunca espera que te venga de los más cercanos". "Es como recibir un reconocimiento de la familia", máxime cuando él, aún hoy, no se fía de sí mismo.

"Aún no sé qué pienso de mí mismo, siempre he sospechado y aún sospecho de mí", bromeaba el actor horas antes de recibir el Donostia en el Kursaal, el centro neurálgico del Zinemaldia.

Darín dijo que se abruma al "navegar" por la lista de nombres que tienen el Donostia, "Bette Davis, De Niro, Gregory Peck, Hopkins... Creo que me echarían por impostor", apuntó.

"Te emocionan los gestos de la gente más próxima porque a veces por la cotidianeidad no nos damos tanta importancia, somos más proclives a admirar y elogiar a quien está más lejos, siento esa cercanía y por eso es una doble emoción", agregó.

Aun a riesgo de "acabar preso" de sus palabras, afirmó que ha rechazado muchos papeles "por convicciones personales"; por ejemplo, no sería capaz de encarnar a un pederasta, "sería abominable", dice, pero recordó que acaba de dar vida a un presidente corrupto y desalmado en La cordillera. "El contexto es más importante que el personaje", matizó el ganador de una Concha de Plata, conseguida ex aequo con Javier Cámara por Truman en 2015.

Bromeó con su larga melena, conservada por indicación del director con el que trabajará en octubre próximo en Madrid, el iraní Asghar Farhadi, y pidió "clemencia" con el equipo argentino de fútbol a un periodista peruano, ante el empate a puntos de ambos países en las eliminatorias sudamericanas para el Mundial de Rusia 2018.

Esquivó, con una finta de centrocampista, "la pregunta" sobre la situación en Cataluña, "bastante tengo con la política argentina, pero estoy aquí, y sí, sigo la política española, por eso agradezco que no hagas la pregunta que ibas a hacer", le dijo a una periodista catalana.

Mientras, y siguiendo la pauta marcada por Cannes o Venecia, el festival abre sus puertas a la televisión. Ayer inició la veda la serie Vergüenza, una "comedia romántica incómoda", creada y dirigida por Juan Cavestany y Álvaro Fernández Armero, que compite en la sección Zabaltegi. La ficción cuenta la historia de una pareja "normal", formada por el ferrolano Javier Gutiérrez y Malena Alterio, abocada a hacer el ridículo en situaciones cotidianas, desde dejarse un calzoncillo sucio en el baño cuando vienen los suegros de visita a preguntarle a una mujer gorda si está embarazada. Gutiérrez hace doblete, pues hace unos días presentó la película El autor.