El humor español ha perdido a una de sus mayores figuras de las últimas décadas. Chiquito de la Calzada, cómico irrepetible, artista inclasificable, falleció en la madrugada de ayer en Málaga, por las complicaciones derivadas de la angina de pecho que había sufrido a finales de octubre. Tenía 85 años.

Nacido en 1932 como Gregorio Esteban Sánchez Fernández, el futuro humorista vino al mundo en la Calzada de la Trinidad, en Málaga, un lugar del que después tomaría su nombre artístico. Vivió la miseria de la guerra, y en plena autarquía franquista se introdujo en el mundo del flamenco. Durante décadas pulió su arte en los escenarios de mil pueblos sin nombre, y en uno de ellos, el Teatro Chino de Manolita Chen, conoció al amor de su vida: Josefa García Gómez.

Su biografía se asemeja mucho a la de aquellos cómicos errantes que Fernando Fernán-Gómez retrató en El viaje a ninguna parte, con una salvedad: su improbable éxito, ya con 62 años, a raíz de su aparición en el programa Genio y figura, que se comenzó a emitir en Antena 3 en 1994.

La talla como cómico de Chiquito de la Calzada quedó patente en las horas posteriores a su muerte. La noticia abrió todos los telediarios y digitales, las redes sociales se llenaron de homenajes una multitud de instituciones y personalidades manifestaron su pésame a la familia. Incluso la Casa del Rey emitió un comunicado a través de Twitter: "Se nos ha ido el gran Chiquito. Hombre bueno, entrañable, genial, artista de todos. Gracias Chiquito, nos harás sonreír siempre". El duelo ha unido a Ciudadanos y Podemos o a Pablo Iglesias con Mariano Rajoy.

Hacía tiempo que no se prodigaba en la televisión ni en los escenarios. Para ver a Chiquito de la Calzada había que patearse el centro de Málaga y acercarse cualquier día al Chinitas, su templo particular, su refugio, sobre todo desde la muerte, hace cinco años, de su esposa y gran apoyo, Pepita. Decían sus amigos y parroquianos de allí que Chiquito no fue el mismo desde el fallecimiento de su mujer: "Solo repetía que quería morirse y volver con ella". Un deseo que, para desgracia del resto, ha podido cumplir al fin. Termina una vida, la de don Gregorio Sánchez Fernández, tan abracadabrante, extraña y magnéticamente simpática como cualquiera de sus mejores chistes.

Porque, ¿quién se iba a imaginar que un malagueño sexagenario que había sido palmero y cantaor, que había vivido en Japón por cosas del flamenco sería la gran estrella televisiva de los coloridos años 90 españoles? Pero lo fue: nadie podrá olvidar cómo irrumpió en nuestras vidas aquel señor con camisas de lunares, movimientos estrambóticos, chistes más o menos anodinos pero vestidos asombrosamente... Y, sobre todo, generador de expresiones, hoy, más de veinte años después, en pleno uso: fistro sexual, diodeno, pecador de la pradera y torpedo, entre muchas otras. Por no hablar de gregorías como "trabajas menos que el fotógrafo del BOE", o "Eres más lento que un accidente entre caracoles". Perlas de humor pero también más allá de la gracia y la carcajada: imaginación pura, de la que solo surge del más lógico de los absurdos.

En los años 90, Tomás Summers vio a un señor de sesenta y pocos con camisa de lunares imposibles en plena actuación en Torremolinos: a este bicho había que traérselo a Madrid. El bicho no tenía muchas ganas de volar en avión (les tenía pánico desde su viaje a Tokio) así que fue en tren. Y ahí empezó Genio y Figura, el programa presentado por Bertín Osborne y Pepe Carrol, y con aquel malagueño de movimientos raros, entre Michael Jackson y un lumbago eterno, el big bang de mucho humor que se practica ahora en nuestro país y todo un fenómeno social de proporciones estratosféricas. Llegó a lo más alto, hasta cambiar la forma de hablar de muchos. Desconfíe de alguien que le diga que jamás ha imitado a Chiquito de la Calzada y no ha soltado uno de sus "no puedorr, no puedorr".

Siempre a su lado, Josefa, Pepita. No tuvieron hijos, aunque consideraron como tal al mánager del humorista, Arturo del Piñal, un joven que le acompañó toda su vida como profesional de la risa y que se llevaba un merecidísimo 20%, decía siempre Chiquito, de todas sus actuaciones. Pepita falleció hace cinco años, a su lado, como siempre. Los familiares intentaron convencerle de que se fuera a vivir con ellos, pero él prefirió quedarse en su casa, rodeado de los recuerdos de Pepita y de su vida en común.