El centro de la galaxia está en el auditorio Shrine de Los Ángeles (California, EEUU). O, al menos, lo estuvo en la madrugada de ayer, cuando el teatro acogió el preestreno del Episodio VIII de Star Wars, titulado Los últimos Jedi. Una puesta de largo que entusiasmó a los afortunados fans que llenaron las butacas del auditorio y que, con sus comentarios, han puesto los dientes largos a millones de aficionados por todo el mundo. Su opinión no podía ser más positiva: es la mejor entrega de la saga galáctica desde el Episodio V, el mítico El imperio contraataca.

La puesta en escena no podía ser mejor. En los aledaños del Shrine, un gigantesco transporte acorazado todoterreno AT-AT -el mismo modelo que Luke Skywalker tumbaba con un aerodeslizador T-47 y mucha pericia en el Episodio V- vigilaba amenazante a los miles de seguidores vestidos para la ocasión que flanqueaban la alfombra roja. Para completar la demostración de fuerza imperial, una legión de soldados de asalto de la Primera Orden re corría las inmediaciones.

Con la llegada de las estrellas se desbordó el entusiasmo. Daisy Ridley, la gran heroína de la nueva trilogía, fue la reina de la noche con un hermoso vestido estelar. También brilló, y mucho, Lupita Nyong'o, con un espectacular vestido esmeralda de la casa británica Halpern y su perenne sonrisa. Entre los varones, Adam Driver vestía de negro riguroso, como corresponde al intérprete que encarna al villano Kylo Ren. También optaron por el negro el renacido Mark Hamill y John Boyega, que llegó tarde. Aunque estos dos últimos llevaban conjuntos más informales.

Hamill centró buena parte de las miradas en clara competencia con el director del Episodio VIII, Rian Johnson, quien eclipsó incluso a su predecesor a los mandos de la trilogía galáctica, J. J. Abrams. Y es que Johnson, responsable de dos joyas como Brick y Looper, es la gran esperanza de los fans que esperan que la gran saga galáctica dé un salto cualitativo, máxime tras su confirmación como director creativo de una nueva trilogía independiente.

En su primer encuentro con el público, Johnson acertó en el fondo y en las formas. Solícito y cordial, se ganó a los fans desde la alfombra roja, cuando tuvo un cariñoso recuerdo para Carrie Fisher, eterna princesa Leia, que falleció poco después de terminar el rodaje. "Es increíblemente raro no tenerla aquí esta noche, ella sería el alma de la fiesta", afirmó Johnson. Todas las buenas sensaciones se corroboraron cuando se apagaron las luces del auditorio Shrine y los afortunados aficionados que habían logrado una butaca vieron Los últimos Jedi.

Tras el estreno, ardían las redes con un veredicto unánime, "la mejor película de la saga desde El imperio contraataca", y una advertencia: ojo con los spoilers. Un recibimiento que ha disparado las expectativas sobre su recaudación. Todas las dudas se despejarán en la medianoche del jueves al viernes: será entonces cuando se desvele si Los últimos Jedi son los primeros, en taquilla y en el corazón de los aficionados.