El príncipe Enrique y Meghan Markle se convirtieron ayer en marido y mujer en una ceremonia -celebrada en la capilla de San Jorge del Castillo de Windsor- que contó con grandes ausencias como el padre de la novia o los miembros de la realeza europea. Fue una jornada de flores, Rolls y Bentleys, de uniformes negros y rojos cortados en acero y ondear de union jacks a manos de unas 100.000 personas en directo mientras millones de ellas seguían el enlace por televisión o internet.

Fue una boda relativamente atípica para los usos distantes de los Windsor, donde un coro góspel cantó Stand by me y el obispo Michael Curry, el primer afroamericano en la cúpula episcopal estadounidense, pronunció un discurso reivindicativo del amor que rompió todas las costuras emocionales de los royal británicos. La novia también hizo su aportación simbólica: entró sola en la iglesia, armada con su vestido minimal de Givenchy, y suprimió de la fórmula matrimonial cualquier promesa de sumisión al marido.

Al margen de los familiares -la madre de Meghan, Dora Ragland, el príncipe Carlos y Camilla, el príncipe Guillermo o la reina Isabel II y su esposo, que acudió pese a estar recién operado de la cadera- brillaron los famosos amigos de la joven pareja. Allí estaban Amal Clooney, con un vestido amarillo, junto a su marido, George Clooney, la actriz Priyanka Chopra o la tenista Serena Williams. Estaban los Beckham, sir Elton John -amigo de los Windsor que suele tocar el piano en bodas, bautizos, comuniones y entierros- y la presentadora estadounidense Oprah Winfrey.

Los novios se dieron la mano todo el rato en una ceremonia en la que, a modo de recuerdo hacia Diana de Gales, la madre fallecida del contrayente, hizo una lectura su hermana, Lady Jane Fellowes.

Cuando Meghan llegó al encuentro de su futuro marido, tras su paseíllo feminista por la nave de la capilla -sólo acompañada en el último trecho por su casi suegro, el príncipe de Gales- Enrique le dijo a Meghan: "Estás increíble". Y ella le dijo: "Gracias". Cuando Enrique dijo I will, el pueblo rugió en el exterior y se rieron los invitados. La Reina, claro, se mantuvo impasible y escuchó cómo todos, incluida la estadounidense recién incorporada a la familia, le cantaban el Dios salve a la reina. Luego, en las escaleras de salida, los novios se besaron y montaron en una carroza Ascot tirada por cuatro caballos grises, como manda la tradición en la familia real.

La ya esposa del príncipe Enrique, Meghan Markle hizo un visible gesto de alivio cuando el carruaje llegaba a su destino, el castillo de Windsor, donde lejos de los ojos de los medios de comunicación y de la gente se celebró un almuerzo ofrecido por la reina Isabel II. Los platos principales se sirvieron en grandes boles. En el menú nupcial, productos británicos tan tradicionales como los langostinos y el salmón ahumado escoceses, los espárragos de Cotswolds o el jamón curado de Cumbria. Tocó Elthon John.