¿Por dónde le enganchó la música?

De muy chiquitito ya practicaba esta afición tan saludable que es la música. Canto desde antes que me salieran los dientes.

¿También lo hace su hijo, recién nacido?

Manuel tiene siete meses y ya escucha flamenco. Todavía no canta, pero sí que tararea. Cada noche le canto una nana de Camarón. También le pongo algo de gospel. Siempre me lo llevo a los ensayos y lo subo a los escenarios.

¿En qué ha cambiado Pitingo desde su paternidad?

En que todo lo que hago ahora lo hago pensando en él.

¿Cuál es el lugar más atípico en el que ha ofrecido un concierto?

En una petrolífera del desierto del Sáhara.

¿Por qué el flamenco no llega a todas las casas?

El flamenco más ortodoxo no es fácil de digerir por el gran público. Es complicado. A veces es por una cuestión de cultura, por nuestra manera de expresarnos, no siempre inteligible.

¿De qué puede presumir el flamenco?

De ser una música-bandera en el mundo, la música de España. Allí donde actuemos nos reciben con los brazos abiertos. En su agenda tiene un concierto en contra de la droga y en beneficio de Proyecto Hombre.

La droga le hizo mucho daño al flamenco, históricamente. ¿Sigue estando presente en los escenarios?

La droga siempre está presente para quien la quiere. Se trata de tener la cabeza en su sitio y de quitarse de encima a los moscones.

Esta reflexión es suya: "En todos los sitios del mundo el flamenco llena grandes superficies menos en España"

En este país es más complicado. En Chicago, Pekín o Nueva York, los artistas flamencos son recibidos como Mick Jagger en España, es decir, como dioses. Quien no conoce el flamenco se pierde un trozo de la historia de España.

Usted ha trabajado con algunos dioses del pop y del rock, como Roger Waters, fundador de Pink Floyd, o Eric Clapton. ¿Cómo se comportan en las distancias cortas?

Como cualquier persona de la calle. Son personas normales, de carne y hueso. A la gente que se me acerca por la calle llorando, contenta de tener la oportunidad de hablar conmigo, les recuerdo que yo, como Waters o Clapton, como Shakira o Alicia Keys, con quien también he trabajado, comemos, vamos al baño y lloramos. Trabajar con Roger Waters fue una experiencia muy bonita. Es un hombre sencillo, que huye de las fiestas del famoseo, al que no le gusta la farándula, y con el que mantengo un contacto.

¿Le asaltan a menudo por la calle?

El precio de la fama es que pierdes intimidad, en la playa, en un bar o en una discoteca. Pero lo llevo bien. Cuando alguien se me acerca, con respeto, no significa una molestia.

¿Cuáles son sus discos de cabecera?

Pitingo con Habichuelas, mi primer disco, en el que trabajó la familia Habichuela, con los Ketama y Enrique Morente de padrinos; y Soulería, del que vendí 200.000 copias.

Morente nunca faltaba a sus conciertos.

Cierto, y me daba buenos consejos. Era muy cercano y me decía que siempre tuviera los pies en la tierra. Me enseñó a ser persona, a ser artista. Morente es un espejo en el que mirarse. Nunca criticó a nadie, aunque era osado y atrevido en la música.

¿Cualquier canción puede transformarse en flamenco?

No, pero sí se puede aflamencar incorporándole instrumentos flamencos. Paco de Lucía ha tocado con todos los grandes y se ha amoldado a cualquier música.

¿Julio Iglesias y Nirvana también tienen algo de flamenco?

Sí, por la parte melancólica, sentimental, por el desgarre de algunas de sus canciones.

¿Existe el cante puro?

No, pero sí existe el cante clásico, ortodoxo. El flamenco es una música mestiza, con influencias árabes, hindúes y latinoamericanas.

¿Un flamenco es siempre un indomable?

Antes éramos más anarquistas, pero ahora nos hemos suavizado. Los flamencos somos seres especiales. Cuando se nos mete algo en la cabeza no paramos hasta conseguirlo.

¿Y qué tiene ahora en la suya?

Material nuevo para un disco de cante más ortodoxo, para la afición flamenca.

¿Con qué canción de Pitingo podría seducir a una mujer?

Con Celos, nunca falla, a todas les gusta.