Pablo Berger. Bilbaíno, de 49 años, ha sido publicista, profesor y creador de videoclips al tiempo que forjaba su carrera como cineasta. Su último filme, el más galardonado en los recientes premios Goya, transforma la Blancanieves del cuento en toda una líder.

Una aventura que el director compartió con su pareja y madre de su hija, la japonesa Yuko Harami, una mujer "inteligente, fuerte y divertida, que no deja de sorprenderme".

Dos mujeres famosas en el mundo entero lo han convertido en el hombre del momento. Blancanieves y su perversa madrastra han sido releídas por él, en la gran pantalla, con tanta fortuna que la película ha acaparado diez premios Goya. Berger está convencido de que su heroína gusta más a las mujeres que a los hombres. "Es una Blancanieves muy transgresora, comparada con el cuento. No se queda en casa cocinando y limpiando los calzoncillos de los enanos. Es la líder; la que toma las decisiones, una mujer muy fuerte. Pero no sólo la protagonista. La madrastra es tan patética que las mujeres la entienden mucho mejor que los hombres".

También apunta que las mujeres se relacionan muy bien con esa estética glamurosa y abigarrada del filme que es, para él, "una experiencia sensorial, y por tanto hay que sentirla más que pensarla. Yo creo que las mujeres sienten más fuerte que nosotros. Los hombres son más cerebrales, quieren hacer sus listas, sopesar, tomar la decisión adecuada usando la razón. La mujer actúa más de corazón y más rápidamente. Por eso, viendo nuestra película, se dejan llevar sin prejuicios".

Su mujer, la japonesa Yuko Harami es productora asociada en el filme "y sin ella esto no habría salido adelante, porque me sentía muy frágil y con muchas dudas trabajando con emociones tan subrayadas. Ya sé que para muchas parejas el trabajar juntos a la larga acarrea problemas en la relación. No es mi caso. Si tu pareja entiende tu profesión, te hace sentirte siempre acompañado en la aventura".

Sonríe cuando se le recuerda lo mucho que ha cambiado el cuento, ya que hace no demasiado tiempo las mujeres de los directores asistían a los rodajes para que sus maridos no flirtearan con la primera actriz. "Pero los de ahora somos muy aburridos, casi nos falta el maletín e ir con traje y corbata. Me gusta más la visión romántica de los directores tipo John Huston o John Ford, tan machotes, que se emborrachaban y desaparecían durante días. Creadores que, por otro lado, apenas daban cancha a las mujeres en sus películas".

En los cuentos tradicionales, sin embargo, ellas suelen ser las protagonistas. "Yo creo que esas historias fueron recopiladas por los Grimm, pero creadas por madres y padres probablemente centroeuropeos, con una aterradora moraleja final que evitara que sus hijas fueran por mal camino. Yo haría lo mismo.

Mi hija tiene 9 años, pero cuando tenga 14 creo que le contaré cuentos con finales que den mucho miedo si la protagonista se descarría. Yo he sido muy lobo, cuando era joven en Bilbao, y sé de lo que hablo", comenta entre risas. "Y si fuera un chico, seguramente no le protegería tanto. Pero es que soy de la generación Cuéntame. De chaval era de los que no se hacían la cama ni recogían la mesa, cosas que ahora hago".

Primo de los miembros del grupo Mocedades, Berger recuerda que de joven "tenía cuadrilla de chicos y la amistad con las chicas no me parecía posible. Novias sí tuve, pero amigas no, porque estaba permanentemente en estado de busca y captura".

Si se le pregunta por su ideal de mujer, define a la suya. Según sus palabras, "inteligente, fuerte y divertida. No para de hacerme reír y sorprenderme y no se toma la relación como algo estático sino como algo que cambia, que tiene vida. Pero me riñe cuando no logro leerle el pensamiento. En esto tengo mucho que aprender. Me gustaría que me diesen más pistas. Pero vamos, todos los hombres hemos tenido madre; estamos acostumbrados a que nos riñan".

Para Berger, esas regañinas tienen que ver con un deseo femenino de que todo mejore. "Yo no soy capaz de cambiar de dentífrico, y las mujeres de mi entorno se pasan el día moviendo muebles para colocarlos de un modo más lógico. Ellas buscan el cambio, y nosotros, la estabilidad. Es una de las grandes diferencias que encuentro entre los sexos. Pero además ellas tienen un enorme instinto, fruto de haber tenido que superar, históricamente, situaciones muy adversas. Por eso siempre están alerta y poseen una gran fortaleza que les permite levantarse de nuevo cuando han caído, con mucha más facilidad que los hombres".