Cocinero mediático gracias al televisivo Masterchef, Jordi Cruz (Manresa, 1978) decidió bien pronto que su vida transcurriría entre fogones. Con 18 años era jefe de cocina; a los 26, el chef más joven de España, y hoy regenta el barcelonés Àbac, con dos estrellas Michelin.

Azote de concursantes, como jurado del exitoso programa, Cruz se resiste a citar diferencias entre sexos, más allá de las biológicas. "Sinceramente, no las veo. Creo en la singularidad de las personas y no comparto que haya un patrón ligado al hombre o la mujer. Como mucho, diría que ellas son más meticulosas. Y yo, muy detallista y tiquismiquis, tengo esa parte femenina muy acentuada".

Añade que, por legado genético, el hombre suele ser "más básico, más animal. Pero me molesta que se siga enfocando así". Es más, señalar rasgos distintos por cuestión de género le parece sexista. "Yo trato a todo el mundo igual, exijo lo mismo". En Masterchef, parece más duro con los hombres. "Quizás sí me cuesta más dar caña a una mujer, aunque depende del caso", añade.

El chef, que resume en el libro El cocinero tenaz (Ed. Conecta) su productiva trayectoria y estilo de trabajo, piensa que en su profesión la mujer tiene un obstáculo: la maternidad. "La cocina es muy esclava, es una maratón, y tener un hijo supone un parón para ellas. El hombre puede aplazar la paternidad o estar más desvinculado del niño". Aunque no cree en el matrimonio, piensa que querrá ser padre algún día, "ahora no, sería muy egoísta por mi parte".

De infancia rebelde, "era el pequeño de seis hermanos y muy asilvestrado", en su hogar había mayoría femenina. "Mis hermanas, muy guerrilleras y mi madre, a la que estoy muy unido". Piensa que quizás tenía más facilidad de trabar amistad con las chicas, pero asegura ser "cien por cien" tímido. "Recuerdo una de mis escasas visitas a una disco antes de los 30 años. Se me acercó una chica muy mona y yo respondí balbuceando. Me sentí un estúpido".

En cualquier persona, sea hombre o mujer, admira la "capacidad de gestión" y le molesta "el exceso de control. Soy muy independiente y acostumbrado a mandar". ¿Y qué le atrae de una mujer? "Lo difícil es saber qué no me atrae, diría yo... Que tenga luz, unos ojos expresivos. Que sea sincera, que se quiera ella misma y sepa disfrutar de la vida. Que tenga chispa, rock and roll, pero sin agobios. La buena relación es aquella en la que cada uno sabe ser independiente". Una libertad que el chef ampliaría al sexo. "No sabemos diferenciar amor y sexo. Y estaría bien. Sé que estoy diciendo una locura, porque luego yo mismo soy celoso. Pero sería una bonita utopía".