La serie producida por AMC llega a su fin con una séptima temporada dividida en dos partes. Su categoría de fenómeno es avalado por sus 15 premios Emmy y cuatro Globos de Oro. Con ella hemos revivido una década que parecía lejana pero que se siente en el presente, los queridos años 60.

Gracias a la serie hemos empatizado con sus personajes y los acontecimientos que se sucedieron a lo largo de esta época: la muerte de Marilyn Monroe, el asesinato de J.F. Kennedy, la popularidad de los Beatles y la guerra de Vietnam, entre otros. Pero la razón por la cual Mad Men se ha convertido en un fenómeno, es entre otras cosas, por la sutileza con la que narra la escalada social de la mujer en una sociedad cuyo papel se limitaba a un segundo plano. No se hace a través de hechos y revoluciones sociales, sino desde la perspectiva de un grupo social, de ahí la importancia por los pequeños detalles, la mimada estética y el ambiente creado para trasladar al espectador a una época pasada pero que aún no se ha dejado atrás.

Matthew Weiner ha creado una serie que trata como igual al argumento y a la estética, ninguno de los dos son resultado de casualidades. La ropa, el ambiente y los sucesos de la época van de la mano con los diálogos, ya que ésta es la única manera de hacer viajar en el tiempo al espectador y situarlo en el mundo de los Mad Men. También hace uso de las modas para mostrar y enfatizar el paso de los años, y es que la serie empieza contextualizada a principios de los 60 y termina con la llegada de los 70, ésta es una forma ávida de hacer sentir al público el paso de los años.

Lo mismo sucede con sus personajes, para entender su personalidad y como la adaptan a cada situación, necesita servirse de elementos clave que dejen entrever y completen la personalidad de cada uno: objetos, ropa, acontecimientos, proyectos; ellos ayudan a explicar por qué responden de una manera ante ciertos acontecimientos y por qué lo hacen de otra cuando huyen de algo.

Peggy Olson

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Peggy Olson empieza en la serie en la sombra, como una simple becaria que parece perdida en un mundo de hombres. Su estilo refleja su ingenuidad, inocencia y candidez, es modesta y su ropa desentona por ello, en una agencia en la que el respeto se gana día a día. Toma nota de la actitud de sus compañeros y después de seguir los consejos de Joan, decide dar rienda suelta a su ambición. Es ahí cuando Peggy deja atrás este perfil y se convierte en una mujer exigente, tanto en su trabajo como en su imagen. Sus faldas anchas y acampanadas dan paso a vestidos ajustados, de colores llamativos y cortos. Se pone joyas, maquillaje y no tiene reparo en coquetear durante las horas de trabajo. Peggy consigue finalmente ser respetada en un mundo de hombres en el que nunca pensó que llegará a encajar. El dinero le da la confianza suficiente para valorarse y empezar de nuevo con un puesto como directiva en otra agencia, con su propio despacho y con un look que muestra su ambición; comienza a llevar traje pantalón.

Joan Holloway

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Joan Holloway es una respetada y considerada secretaria, hará cualquier cosa para sobrevivir y mantener su posición en la agencia o mejorarla. Su trabajo es impecable al igual que su estilo, conoce el valor de sus curvas y no duda en potenciarlas para conseguir sus objetivos. Lleva trajes ajustados, maquillaje que marca sus rasgos y estudiados escotes. Su vestuario es llamativo, sensual y provocador, lo sabe y lo usa como si de una herramienta de trabajo se tratara. Pero detrás de esa estudiada imagen de mujer sin escrúpulos, es frágil y busca lo que todas las mujeres de la época, un hombre que la quiera -de verdad- a su lado. Le gusta quedarse en casa y no tener que arreglarse; se siente identificada con Marilyn Monroe y es que, como ella, hará cualquier cosa por complacer a su marido, como cuando interpretó el tema ´C´est Magnifique!´ por Greg.

Betty Francis

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Betty Francis es un símbolo de la época. Sabe para qué ha sido educada y cuál es su fin en la vida, ser la madre perfecta y complacer a su marido. Pero este rol no la hace feliz ni se siente realizada al ejercer como tal. Le gusta disfrutar de una vida glamurosa y cómoda, pero eso no la hace feliz. Ella busca la admiración de un hombre, que se tengan en consideración sus opiniones y se respete su punto vista. Se divorcia de Don pensando que otro hombre la hará feliz, pero la realidad es otra, sigue atrapada en sí misma, desarrolla un trastorno alimenticio como resultado de su frustración, mientras está casada con el político Henry Francis. En esta etapa se tiñe el pelo emulando a Jackie Kennedy.