Quien tuvo, retuvo. Y ese dicho se puede aplicar a Nieves Álvarez. Fue una de las top models de finales de los años 90 y en el inicio de los 2000 no había diseñador que no quisiera trabajar con ella. Armani o Yves Saint Laurent la quisieron sobre la pasarela y, aunque no esté oficialmente en activo, cuando algún amigo se lo pide Nieves vuelve. Y ahora lo ha hecho por todo lo alto, a la alta costura, de la mano de Stephane Rolland.

La relación entre Stephane Rolland es especial, es la que une a un creador y a su musa, la de dos personas que se admiran mutuamente porque si el francés, que iba para arquitecto, es un maestro con la aguja, Álvarez es toda una artista de la pasarela. De esa complicidad nació una amistad y es la que ha llevado a la madrileña a desfilar con los diseños de la colección otoño invierno 2017-2018 de alta costura de Stephane Rolland.

Una vez más, el creador se inspiró a los grandes. Esta vez lo hizo en Brâncui y Rodin, porque ¿qué son sino sus diseños? Unas cuasi esculturas que parecen que tienen vida propia, como el vestido con el que la española abrió el desfile: un diseño azul marino con organza.

Siguiendo con su línea habitual, Rolland fue fiel a los looks monocromáticos, como el rojo, el negro, blanco y los detalles dorados, también dotó a la mujer de toda la feminidad que le caracteriza gracias a los escotes de vértigo, las transparencias y las aberturas sinuosas.