"Los trabajadores expuestos a ruido en presencia de fluidos de mecanizado presentan un retardo de la alteración auditiva con respecto a aquellos expuestos sólo a ruido de la misma intensidad. Por el contrario, aquellos sujetos expuestos a ruido en presencia de humos metálicos incrementan su alteración", explica a SINC Juan Carlos Conte, autor principal del estudio e investigador de la Universidad de Zaragoza.

En el trabajo, publicado en los Anales del Sistema Sanitario de Navarra, el equipo analiza la interacción entre diversos contaminantes físicos y químicos y su influencia en la alteración auditiva de 558 trabajadores del metal.

"Un problema detectado con respecto a los humos metálicos en presencia de ruido es que la protección utilizada es efectiva para amortiguar la intensidad acústica, pero no para rebajar los efectos del contaminante químico", subraya Conte.

La utilización en este caso de mascarillas de celulosa o compuestos análogos tiene poco efecto, ya que su capacidad filtrante de partículas (como carbonilla) no actúa sobre las moléculas gaseosas tóxicas (como el monóxido de carbono).

Sin embargo, las atmósferas con ruido y fluidos de mecanizado tienen la ventaja de poder utilizar las mascarillas como protección respiratoria, aunque la protección auditiva habrá que utilizarla de igual manera para conseguir una protección integral del individuo frente al ruido.

Los investigadores señalan otros factores en la pérdida de audición laboral. Por ejemplo, el tabaco contribuye a la adquisición de un trauma acústico inicial y la exposición a ruido extralaboral influye en los traumas acústicos avanzados.

Demasiado ruido en el trabajo

La Agencia Europea para la Salud y Seguridad en el Trabajo (EU-OSHA, 2006) reconoce que la perdida auditiva por ruido es la enfermedad profesional que con mayor frecuencia se presenta en Europa, y aconseja una mayor atención a los factores de riesgo combinados en los trabajadores expuestos a ruido elevado y compuestos químicos.

Estudios recientes realizados en EE UU (Agrawall et al. 2009) y en Nueva Zelanda (Thorne et al. 2008) consideran la pérdida auditiva por ruido una de las enfermedades profesionales más extendidas en dichos países. Concluyen que los métodos clásicos para su control no han tenido los resultados esperados, y se han identificado prevalencias cada vez mayores, sobre todo en las personas más jóvenes.