Es uno de los venenos más potentes que existen. Como agente de intoxicación, produce el botulismo, una dolencia que se caracteriza por el desarrollo de alteraciones vegetativas (sequedad de boca, náuseas y vómitos) y parálisis muscular progresiva, y que puede llegar a afectar a la función respiratoria y causar la muerte. Su toxicidad es tal, que está considerada como un arma de destrucción masiva, de ahí que se haya prohibido su uso bélico.

Sin embargo, aplicada a la medicina, la toxina botulínica de tipo A, conocida popularmente como botox - uno de los nombres con los que se comercializa -, resulta muy eficaz no solo como herramienta para suavizar arrugas faciales, sino también como arma para el tratamiento de dolencias tan dispares como las distonías focales, la incontinencia urinaria por vejiga hiperactiva, la cistitis intersticial o la migraña crónica, entre muchas otras, gracias, precisamente, a su capacidad para producir parálisis muscular por denervación química. De hecho, los especialistas sostienen que en nueve de cada diez casos se utiliza con fines terapéuticos y no estéticos.

Aplicaciones clínicas

La primera aplicación clínica de la infiltración local de toxina botulínica de tipo A se realizó en 1977 como tratamiento corrector del estrabismo, una patología oftalmológica caracterizada por la hiperactividad de los músculos encargados de movilizar el globo ocular. Desde entonces, su uso se ha extendido a múltiples ámbitos de la medicina. La urología es una de las especialidades en la que aporta mayores beneficios terapéuticos, tal y como subraya el jefe delServicio de Urología del Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac), Venancio Chantada.

"La toxina botulínica de tipo A se utiliza en urología desde hace unos 25 años, no es nada nuevo. En el Chuac, la Unidad de Urodinámica, que coordina Javier Sánchez, lleva ya una década administrándola, principalmente, a pacientes con vejiga hiperactiva o cistitis intersticial, aunque también se emplea en casos de disinergia vesicoesfinteriana (la principal causa de deterioro del árbol urinario en lesionados medulares) o de síndrome del dolor pélvico crónico, tanto en hombres como en mujeres", apunta el doctor Chantada, quien explica que se suele recurrir a la toxina botulínica de tipo A cuando los tratamientos farmacológicos por vía oral no resultan eficaces o provocan demasiados efectos secundarios. "En los casos de vejiga hiperactiva o cistitis intersticial, se administran unos fármacos, llamados antocolinérgicos, que en ocasiones causan unos efectos secundarios que no son de tipo urológico, pero que resultan muy incómodos y que, en consecuencia, merman considerablemente la calidad de vida de los pacientes, de ahí que se opte por la infiltración de botox", apunta el especialista coruñés. "Para los pacientes con disinergia vesicoesfinteriana, sin embargo, hay pocos medicamentos eficaces. Lo que se hace, en estos casos, es seccionar el esfínter quirúrgicamente, pero esta intervención deja incontinencia permanente, por lo que el tratamiento con toxina botulínica resulta una muy buena alternativa", añade.

Resultados esperanzadores

Los especialistas del Servicio de Urología del Chuac han tratado ya a más de un centenar de pacientes con toxina botulínica, con un seguimiento mínimo de un año, y los resultados son "muy esperanzadores". "Con la experiencia, se van ampliando las indicaciones", sostiene Venancio Chantada, quien destaca, entre las ventajas del botox, que "se elimina rápidamente - 'no queda acumulado en la sangre, en menos de 24 horas ha desaparecido por completo', matiza - y solo actúa en la zona en la que se administra". "No es un tratamiento agresivo. Se administra con sedación, mediante inyecciones muy superficiales en varios puntos de la vejiga (entre diez o doce), en intervalos de entre seis y nueve meses. En pacientes con dolor pélvico crónico, puede que con una o dos infiltraciones sea suficiente", señala el jefe de Urología del Chuac. "Solo está contraindicado en casos de hipersensibilidad, en embarazadas y en mujeres en periodo de lactancia, como cualquier medicamento", remarca.

Coincide con el doctor Chantada el responsable de la Unidad de Lesionados Medulares del Chuac, Antonio Rodríguez Sotillo, quien insiste en que la toxina botulínica de tipo A se utiliza con éxito, "desde hace un montón de años", en rehabilitación, para tratar la espasticidad, que provoca la rigidez y acortamiento de los músculos e interfiere en sus distintos movimientos y funciones. "También está indicada para el tratamiento del dolor miofacial, y para el de algunas formas de dolor de espalda, entre otras dolencias", indica Rodríguez Sotillo. "No es un tratamiento barato, pero administrado por unas manos expertas, resulta una maravilla, ya que apenas tiene contraindicaciones", reitera.

Contra la migraña crónica

Una de las aplicaciones más recientes del botox en el ámbito de la medicina es su indicación para el tratamiento de la migraña crónica, una dolencia altamente incapacitante para quienes la padecen. El Servicio de Neurología del Complexo Hospitalario Universitario de Santiago (CHUS) es pionero en la administración de este tratamiento en Galicia. En casi dos años, ya se han beneficiado de él unos 200 pacientes. "El uso de la toxina botulínica para el tratamiento de la migraña crónica ha supuesto una auténtica revolución para los pacientes que sufren esa patología", subraya el responsable de la Unidad de Cefaleas del CHUS, Rogelio Leira, quien insiste en que la utilización del botox está indicada en pacientes con migraña crónica, es decir, que sufren dolor de cabeza más de 15 días al mes. "Se infiltra en la cabeza, por vía subcutánea en unos veinticinco puntos, y actúa sobre los nervios que causan el dolor", explica el doctor Leira.

"La migraña es un problema de salud más importante de lo que la gente cree. No existe ninguna enfermedad común que sea tan incapacitante", asegura el responsable de la Unidad de Cefaleas del CHUS, quien insiste en que el botox "ha cambiado la vida" a muchos pacientes que sufren esa dolencia. "De cada diez enfermos a los que se les administra, a siete u ocho les va bien", apunta, y remarca: "Es una tratamiento local, que no tiene efectos en el resto del organismo. Los pacientes entran en consulta y, en diez o quince minutos, ya están fuera", concluye.