De todos es más que sabido que el embarazo no es ninguna enfermedad. Ahora bien, durante estos nueve meses, y debido a los cambios hormonales, el cuerpo de la mujer sufre una serie de transformaciones que es necesario que las tenga muy presentes para que todo transcurra con normalidad, y que la calidad de vida de ambos, de ella y de su hijo, sean inmejorables. Por eso, en esta etapa de la vida, es tan importante extremar algunas medidas higiénicas: alimentación correcta y equilibrada, ejercicio físico y de relajación, sin olvidar la importancia de la ingesta de agua, cuyas necesidades se incrementan, de manera significativa, para mantener la cantidad de líquido amniótico; además, mejora los casos de pirosis (ardor gástrico), interviene en la prevención de las infecciones urinarias, en la formación de cálculos renales, en la deshidratación en las gestantes con vómitos y en el estreñimiento como síntoma común.

Porque, debemos tener en cuenta que cerca de las dos terceras partes del aumento de peso que experimenta una mujer embarazada son agua. Por todo ello, en este proceso de hidratación saludable debe existir un equilibrio entre sus ingresos a través de la ingerida como agua de bebida, la culinaria, la intrínseca de los alimentos, el agua metabólica o de oxidación y las pérdidas de la misma a través de los riñones, pulmones, piel y vía fecal, más las necesidades específicas derivadas del proceso de embarazo o lactancia materna, en cuyo caso es necesario tener muy presente que el 90% de la leche materna es agua. Por otra parte, el recién nacido precisa más cantidad de la misma que en etapas posteriores. Durante la primera infancia, el agua bebida, la leche y los alimentos naturales ricos en ella son los principales elementos responsables de una hidratación saludable en unas cantidades cercanas a 1 ml por cada kilocaloría de ingesta energética.

En resumen, la calidad y cantidad de agua tienen una relevancia clave en todas las etapas de la vida, pero de manera muy especial durante los períodos de embarazo, lactancia y primera infancia. Y como la naturaleza es muy sabia, durante el período gestacional y la lactancia materna, especialmente en el momento de la misma, se incrementa la sensación de sed de la madre, para favorecer la ingesta hídrica, por lo que resulta especialmente recomendable el consumo de este líquido inodoro y transparente que, indudablemente, es la panacea de la salud.