Un grupo de investigadores ha identificado, a partir del estudio de tumores desarrollados en ratones, más de un centenar de genes que pueden contribuir a frenar el desarrollo del cáncer de próstata, una patología que padecerá uno de cada siete hombres durante su vida.

La revista Nature Genetics publica hoy los resultados de una investigación centrada en este tipo de cáncer, que, como el resto, se desarrolla por la acumulación de alteraciones en el genoma de las células normales que hace que se transformen en cancerosas.

Así, más de la mitad de los tumores malignos de próstata tienen mutaciones que inactivan el gen PTEN, un supresor de tumores cuya función es evitar el crecimiento descontrolado de las células.

Para evitar el cáncer, el PTEN no actúa solo sino que colabora con otros, muchos de ellos aún desconocidos y cuya identificación permitiría conocer mejor los mecanismos por los que se desarrolla la enfermedad e idear nuevas estrategias para combatirla.

Los ratones empleados fueron modificados genéticamente de modo que llevaban en cada una de sus células un fragmento de ADN capaz de saltar de una zona a otra de su genoma, creando mutaciones al azar.

Este fragmento de ADN, al que se le denomina transposón, fue alojado dentro del gen PTEN de forma que cuando "salta" se lleva consigo un fragmento de éste provocando la inactivación de este supresor tumoral.

Así, todas las células en las que el transposón salta y se reinserta tienen dos mutaciones: una de ellas es siempre la misma, la inactivación del PTEN, mientras que la otra es una mutación aleatoria en cualquier otro lugar del genoma.

De esta forma, aquellas células en las que la segunda mutación inactiva alguno de los genes que cooperan con PTEN para evitar el desarrollo de tumores están más predispuestas a convertirse en células cancerosas, según refleja la investigación.

Como consecuencia de estas alteraciones, los ratones desarrollaron sobre todo tumores de próstata, piel, mama, endometrio, glándula suprarrenal e intestino y se analizaron 278 tumores de los tres primeros tipos para identificar los cientos de genes donde el transposón se había insertado más frecuentemente.

Esos genes son candidatos a ser supresores tumorales que cooperan con el PTEN para evitar el desarrollo del cáncer, concluyen los científicos, que caracterizaron cinco genes alterados en los tres tipos de tumores analizados, pero más frecuentemente en los de próstata.

Para ello utilizaron células humanas benignas de próstata donde observaron que inactivar cualquiera de estos cinco genes mientras se inactivaba el PTEN las convertía en células con características propias de células malignas, capaces de invadir los tejidos circundantes.

Además, observaron que en los tumores de próstata humanos disminuyen los niveles de los cinco supresores tumorales según avanza la enfermedad, a la vez que se reducen los niveles de PTEN con lo que mantenerlos elevados podría permitir una mayor supervivencia de los pacientes de cáncer de próstata.

Los investigadores observaron además una circunstancia "inesperada" relacionada con uno de los cinco genes, el llamado Wac, que tiene una relación especialmente compleja con el cáncer de próstata y que se desarrolla en ratones en ausencia del PTEN.

Dado que los seres vivos tienen dos copias de cada gen (una heredada de cada progenitor), la investigación permitió constatar que, cuando falta una de las dos copias de Wac, el desarrollo de tumores de próstata se acelera -lo esperable al eliminar un supresor tumoral-, mientras, que cuando faltan las dos copias, se detiene.

De confirmarse en humanos, este descubrimiento podría tener aplicaciones terapéuticas, ya que, en principio, la inactivación completa de Wac en tumores de próstata que tienen ya inactivado Pten (la mayoría) frenaría el desarrollo del tumor.

El Instituto de Medicina Oncológica y Molecular de Asturias, la Universidad de Oviedo y la Técnica de Múnich han colaborado en un estudio en el que el investigador Jorge de la Rosa empezó a trabajar durante su tesis doctoral -dirigida por Juan Candiñano (IMOMA) y Carlos López Otín (U. Oviedo)- y que continúa desarrollando como investigador postdoctoral en el Welcomme Trust Sanger de Cambridge.