LA OPINIÓN A CORUÑA inició su travesía con un primer número que informaba en portada del naufragio de un pesquero gallego, el Arosa, en aguas de Gran Sol, una muestra de la importancia de la pesca en la ciudad y la provincia coruñesa y de la vocación del periódico de informar de los hechos de relevancia que afectan al sector.

A Coruña contaba con una flota de más de 220 buques, la mayoría artesanales, pero también con decenas de embarcaciones de litoral como cerqueros y arrastreros y una importante flota gransolera. A día de hoy el censo de buques coruñés se reduce a 105 unidades: 83 barcos de artes menores, ocho arrastreros de litoral, cuatro cerqueros, cinco palangreros de pesquerías internacionales y otros cinco arrastreros de Gran Sol, con lo que la flota de altura se redujo a la mínima expresión.

La actividad extractiva cuenta cada vez con menos profesionales coruñeses y la única buena noticia en los últimos tres lustros es el crecimiento de la lonja de A Coruña, que pasó de subastar casi 23.000 toneladas de productos del mar en el año 2000 a cerca de 50.000 el año pasado, lo que coloca al puerto coruñés como uno de los más importantes de Europa. Un crecimiento que, ante el descenso de la flota local y la escasez de posibilidades de captura, se sostiene por la llegada de buques de bajura de localidades próximas y embarcaciones de altura de otras comunidades e incluso de otros países que descargan sus capturas en los muelles coruñeses ante la mayor demanda y mejores precios que alcanzan los productos del mar en la lonja de A Coruña.

El reto en los próximos años para la ciudad consiste en decidir si quiere seguir teniendo un puerto pesquero „para lo que las autoridades deberían adoptar medidas con la finalidad de evitar la desaparición de la flota„ o si se conforma, siguiendo la tendencia de los últimos años, con ser un importante receptor de productos del mar y funcionar solo como centro logístico, como distribuidor de pescado y marisco a los principales mercados españoles.

Lo lógico sería apostar por la primera opción porque tener una flota pesquera propia es garantía de que esa gran lonja cuenta siempre con recursos para vender y distribuir, más teniendo en cuenta que nada impide que en un futuro los barcos de otras comunidades y países que ahora descargan en A Coruña opten por un puerto alternativo. Además, evita la desaparición de miles de empleos, con el consecuente impacto socioeconómico. La ciudad contaba en el año 2000 con unos 3.000 marineros embarcados y quince años después no llega ni a los 1.000. La importancia en materia laboral de la reducción de la pesca extractiva no se limita a un millar de puestos de trabajo sino que afectaría a muchos más, puesto que cada empleo directo en el mar genera alrededor de cuatro en tierra. Dejar de ser un puerto pesquero conllevaría además que la ciudad perdiese una de sus señas de identidad: la vida y la gente marinera.

El futuro y el camino a seguir están en manos de todas las administraciones (local, autonómica, nacional y comunitaria) y del propio sector pesquero coruñés, de hasta dónde esté dispuesto a luchar.

Descarga de pescado