La comarca de A Coruña mantiene desde hace diez años el liderazgo gallego en generación de riqueza, con una aportación del 43,6% al Valor Añadido Bruto de la comunidad en 2013, el último dato conocido y desvelado por el informe Ardán que elabora cada año el Consorcio de la Zona Franca de Vigo, aunque con datos de dos ejercicios atrás. El área metropolitana desbancó a la ciudad más poblada de Galicia en el primer puesto de la clasificación en 2005, al generar el 33% de la riqueza de la comunidad, mientras el área viguesa se quedaba diez puntos por debajo. El milagro Inditex explica muy buena parte no sólo de ese fenómeno sino de que la brecha entre ambos polos de desarrollo sea cada vez más grande. Entre 2007 y 2013, la riqueza generada por A Coruña se incrementó en casi nueve puntos porcentuales, al pasar de representar un 34,9% del total autonómico al 43,6%. Mientras, la producida en torno a la ría viguesa bajó cuatro puntos, del 22,9% de 2007 al 18,48% del último ejercicio del que Ardán aportó datos, el pasado mes de julio. Pero mientras la evolución coruñesa sigue ligada al crecimiento imparable y ajeno a los vaivenes de la economía española de la multinacional fundada por Amancio Ortega, la viguesa obedece a la crisis coyuntural de los últimos años, especialmente en la automoción, el naval y el sector pesquero.

¿Qué sería de A Coruña sin Inditex? La historia reciente de la comarca está plagada de cierres, ventas, reestructuraciones de algunas de las empresas más destacadas en facturación, plantilla, valor añadido y proyección, al menos aparente. Y el futuro, con la espada de Damocles que pende sobre la factoría coruñesa de Alcoa (400 empleos industriales, y por tanto, mejor pagados), no se vislumbra mucho más esperanzador, al menos a corto plazo.

El informe Ardán de 2007 (con datos de 2005) destacaba entre las empresas mejor gestionadas y con mayor generación de riqueza de la comarca coruñesa a Fadesa, con una facturación de 1.108 millones de euros desde su sede de Alfonso Molina, hoy fusionada con Martinsa y en liquidación, como tantas otras constructoras. Begano, con 182,4 millones de euros de ingresos de explotación, también estaba en esa lista, pero ya no es coruñesa. Está integrada en un grupo de liderazgo catalán que pronto se diluirá en un gigante europeo.

El proceso empezó mucho antes de la gran recesión, con Fenosa, que en el muy lejano 1976 empleaba a 3.400 trabajadores y fue engullida en 2008 por Gas Natural no sin antes dejar de ser una sociedad gallega. En 1982, tras su fusión con Unión Eléctrica, su centro de decisión se trasladó a Madrid y el capital gallego permaneció en ella, pero sólo hasta el primer año de la crisis. Ni los grandes capitales del país fueron capaces en 2006 de frenar la compra del paquete accionarial de control de la sociedad por ACS, que luego la vendió a la firma gasista catalana. Las cajas gallegas ingresaron pingües beneficios por su venta, pero insuficientes para enjugar un agujero por entonces de dimensiones desconocidas. Caixa Galicia, que en 2010 se vio obligada a integrarse con Caixanova en una caja gallega convertida luego en banco quebrado y vendido por menos de 1.000 millones a un grupo de capital venezolano, ganaba 212 millones en 2005, el doble que el anterior. La plantilla que sumaban las dos cajas está hoy reducida a la mitad y el Banco de España azuza de nuevo con la necesidad de más fusiones. También Banco Pastor (124,6 millones de euros de beneficio en 2005) logró una inyección extra con Fenosa, pero siguió su mismo camino en 2012, para integrarse en el grupo Banco Popular.

Ni empresas que crecieron al amparo de Inditex, como el grupo de transporte Azkar, se salvaron de la globalización atomizadora, y pese a mostrar una salud de hierro viven integradas en una multinacional como Dachser, de capital alemán. Lo mismo que le ha pasado a R, que escribe estos días los últimos días de su historia como empresa a medias gallega.

El tejido industrial coruñés se despidió en los últimos años de antiguos colosos venidos a menos como la Fábrica de Tabacos, la de Armas, Emesa trefilería, Perfialsa? Otras, como Emesa, pionera en A Grela con más de 1.000 trabajadores, fueron adquiridas por grupos multinacionales (Isolux Corsán, en este caso) y han ido perdiendo la carga de trabajo y, con ella, el esplendor logrado con las estructuras metálicas realizadas para el puente de Rande, la T-4, o las espectaculares creaciones del arquitecto Santiago Calatrava. Son algunas pero hubo muchas más. Y los gigantes que sobreviven como Megasa, SGL Carbon o Alcoa, se ven perjudicadas por unos precios eléctricos difícilmente sostenibles e incluso justificables.

El reto que enfrenta A Coruña es encontrar sustituto a todas esas pérdidas, hallar el modelo para una ciudad que fue centro financiero, tuvo un tejido industrial modesto pero fuerte y respira gracias al enorme pulmón de Inditex y al empuje de empresas familiares que rondan el millón de euros de facturación, como Gadisa, Hijos de Rivera y Vegalsa Eroski, agentes clave de un sector alimentario mediano que creció pese a la crisis y mantiene una vocación de expansión y diversificación de producto que les despeja el camino a un futuro brillante.

La comarca y Galicia entera dan muestras de emprendimiento e innovación con un tejido aún pequeño y disperso de empresas de base tecnológica (Altia, entre ellas) o biotecnológicas, que piden paso con fuerza y demandan infraestructuras y apoyo para despuntar. La comarca de Vigo lleva años haciendo los deberes al aprovechar el tirón de su automoción para crear un tejido tecnológico en torno a este sector y a su universidad, desde donde han ido surgiendo decenas de empresas innovadoras.

Quizás A Coruña deba planificar de una vez hacia adónde va para lograr mantener ese liderazgo gallego, aprovechar el tirón y el know how de Inditex para crear un verdadero polo de desarrollo, apoyado también en una universidad de momento muy encerrada en sí misma. El germen o el ejemplo bien podrían ser las decenas de medianas empresas proveedoras del gigante de Arteixo que por haber crecido con él asombran al mundo sin que A Coruña sepa si quiera cómo se llaman. O un sector audiovisual que siempre dio muestras de talento y empuje al que como poco le ha faltado el apoyo y reconocimiento que merece, y que en demasiadas ocasiones sólo llega cuando es aplaudido más allá de Os Ancares.

La alternativa no debería ser la de una ciudad de servicios rodeada de grandes infraestructuras inconexas que tras el boom de los hoteles de cuatro estrellas „hoy desiertos„ y el de centros comerciales con más visitantes que clientes se conforma con seguir al rebufo de un gigante mientras la ola la mantenga ahí arriba.