De la Liga al resurgir del Dépor: la epopeya inolvidable
Pasó del cielo al infierno y ahora poco a poco va escalando hacia la azotea del fútbol español y europeo, saneado por Abanca y cada día mirando más a la cantera. De padres a hijos, la grada se ha rejuvenecido

Lucas Pérez, David Mella y_Ximo Navarro celebran el gol que devolvió al Deportivo a Segunda en 2024 ante el Barcelona B. / Iago López
Vivía LA OPINIÓN el primer día en los quioscos y en internet con los efluvios del título de Liga del Deportivo y cuando acababa de debutar el equipo coruñés en La Liga de Campeones. Uno gateaba, el otro encaraba con paso firme la recta final a su centenario. El futuro se presentaba en aquel momento esplendoroso para un Dépor que vivía el mejor momento de su historia. Y, de hecho, durante unos años así fue. Caían templos europeos con una cotidianeidad inquietante, mientras miraba a los ojos al Real Madrid, al Barcelona y a los mejores equipos del Viejo Continente. Aquel proyecto que dejó la Liga de Campeones en 2005 sabía que ya nada volvería a ser igual, pero no imaginaba tal devenir y deriva. Aguantó un poco más en Primera y se enredó un tiempo en el ascensor hasta que la deuda y la mala gestión le consumieron y se hundió en las catacumbas. Todo mientras afrontaba el mayor concurso de acreedores del fútbol español.
Una tormenta perfecta que podía haberse llevado a cualquiera por delante, menos al deportivismo. Los golpes llegaron de todas partes y entre el fatalismo y una gestión encasquillada tardó cuatro años en regresar al fútbol profesional. Lo que para muchos podía haber sido el infierno en la tierra supuso una época de reveses, pero también de regeneración a todos los niveles. De padres a hijos, la grada de Riazor ahora está poblada de niños que no han visto al Dépor en Primera, ni muchos menos en Europa, pero que presumen como los que más de él. Pocos saben de Mauro, Bebeto o Djalminha, más allá de lo que le enseña YouTube, aunque los lucen con orgullo. Los títulos cuentan, mucho más travesía juntos y un sentido de pertenencia, alimentado en las desgracias y cristalizado en las contadas alegrías y en las conquistas que están por venir. Para todos ellos no hay nadie mejor que Lucas Pérez, David Mella o Yeremay Hernández y, sobre todo, ir a su estadio por el camino más bonito del mundo.

Donato marca el tanto que le dio la Liga al Dépor. / EFE
De manera paralela, Abanca echó primero una mano para luego ir al rescate y después liderar un proyecto que ha llevado al Dépor a estar saneado y a rechazar ofertas por Yeremay de 35 millones que harían temblar las piernas a cualquier equipo español. Es el síntoma de la fortaleza de un nuevo tiempo en el que se apuesta fuerte, se mira a la cantera y se pretende llegar pronto, aunque sin correr a la élite para volver a cruzar los Pirineos. Es parte de esa nueva historia anhelada y por escribir que ya no vivirán Arsenio Iglesias o Luis Suárez, que se fueron hace dos años. Eso sí, su legado y su amor por una tierra y un equipo continúan. El Dépor, el deportivismo y Riazor, más vivos que nunca.
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