Acabó el año 2021 y se inició una nueva etapa en las comunicaciones de Galicia. El largamente esperado AVE ha comenzado a operar y los viajes entre la comunidad y Madrid entran en una nueva dimensión: ya son competitivos con el resto de medios de transporte. Ourense se queda a solo dos horas y cuarto de la capital española, que serán 55 minutos más desde Santiago. El trayecto entre A Coruña y Madrid se reduce a 3 horas y 51 minutos, el de Pontevedra, a 4 horas justas, y desde Vigo el tiempo ascenderá a 4 horas y 16 minutos.

Estos tiempos mejorarán en verano de 2022, cuando para entonces, si se cumplen las previsiones, entren en servicio los trenes Avril, los únicos del mundo con rodadura desplazable y capacidad para rodar a 330 kilómetros por hora. Mientras tanto, la apertura comercial del AVE en Galicia supone la implantación de diez servicios al día en cada sentido entre la comunidad y Madrid.

Las obras culminaron hace justo un año, pero desde entonces la línea ha estado sometida a intensas pruebas de fiabilidad y seguridad para comprobar que todo funciona correctamente. No se quieren correr riesgos tras el accidente del Alvia en la línea Santiago-Ourense, pendiente todavía de resolución judicial.

La inauguración oficial se produjo el 20 de diciembre, en un acto en Ourense como final de trayecto de un viaje que desde Madrid emprendieron, entre otros, el rey Felipe VI, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, y la titular de la cartera de Transportes, Raquel Sánchez. Por el camino, en cuanto el tren entró en territorio gallego, se unió a la comitiva una amplia representación política de Galicia con el presidente, Alberto Núñez Feijóo, a la cabeza.

Su construcción desde Olmedo (Valladolid) requirió una inversión de 10.060 millones de euros, incluyendo también el Eje Atlántico entre A Coruña y Vigo. Los distintos tramos en que se divide este corredor se fueron abriendo paulatinamente. El primero, en 2011, fue el eje Ourense-Santiago y su prolongación hacia A Coruña. Cuatro años más tarde, le tocó el turno entre Olmedo y Zamora y al resto del Eje Atlántico (Santiago-Vigo).

En 2020 se inició la explotación comercial en el tramo Zamora-Pedralba de la Pradería y el pasado día 21 se completó el recorrido al abrirse el trecho entre Pedralba y Ourense, un tramo de 119 kilómetros que requirió una inversión de 2.964 millones de euros, incluyendo los 79 de la adecuación de la vía actual entre Taboadela y Ourense para que pudieran circular por ella los trenes de altas prestaciones.

La línea ferroviaria pone fin a una deuda histórica con Galicia que conlleva 20 años de espera, cuatro presidentes del Gobierno y seis ministros de Transportes y Movilidad. Galicia viaja al siglo XXI de la mano de una infraestructura que está llamada a dar el impulso definitivo a la reactivación económica tras la crisis del COVID, a ser la puerta de entrada a un mayor turismo y a vertebrar y fomentar la fijación de población y tejido industrial en el rural gallego.

Pero el mapa de la alta velocidad aún permanece inacabado en la comunidad. Queda otro importante paquete sin ejecutar por una cuantía que por el momento se desconoce. Algunas actuaciones son más urgentes que otras y unas está en fase de desarrollo mucho más avanzado que otras. La más inmediata, y la única que está presupuestada aunque licitada a medias, es la variante exterior de Ourense desde Taboadela. También está pendiente la salida sur de Vigo, el AVE con oporto o la comunicación directa por Cerdedo entre Vigo y Ourense.