La pérdida de la isla de Cuba supuso una auténtica conmoción en la España de finales del siglo XIX, ya que representó el final del imperio colonial en América y, además, la ruptura del vínculo político con una tierra a la que gran número de españoles profesaban un amor especial, ya que acogió a muchos de quienes cruzaron el océano en busca de fortuna. Antero Rubín Homet fue uno de los militares que recibieron el encargo de defender la españolidad de Cuba. Había nacido en Redondela en 1851 en una familia dedicada a la milicia, por lo que este ambiente influyó en su decisión de ingresar como voluntario en el Ejército para dirigirse a Cuba. A los pocos años de su estancia en la isla ya había alcanzado el grado de teniente, rango con el que regresó a España. En 1895 estaba destinado como jefe de la comandancia militar de Tui, pero volvió a tierras cubanas, ya que la insurrección de los independentistas se hallaba en su apogeo. Fue entonces cuando dirigió la batalla de Potrero de las Varas, en la que venció a los patriotas cubanos, aunque resultó herido en una pierna y tuvo que guardar reposo durante una larga temporada. Una vez recuperado, fue comandante militar de dos departamentos cubanos y prosiguió luchando al frente de sus tropas hasta la capitulación de Santiago de Cuba en 1898. Sus méritos de guerra le valieron el ascenso a general de brigada, empleo con el que accedió al puesto de gobernador civil de Oviedo en 1901. Siete años más tarde ascendió a general de división y dirigió los gobiernos militares de A Coruña, Zaragoza y Bilbao. En 1916 fue nombrado teniente general y al año siguiente se le destinó a nuestra ciudad como capitán general de Galicia. El Ayuntamiento le nombró Hijo Adoptivo de y posteriormente le dedicó una calle. Durante la República esa vía pasó a llamarse Cuatro de Junio, nombre que perdió en 1936 para denominarse Antero Rubín, aunque al año siguiente se le antepuso el cargo de general. J. M. Gutiérrez