La Ciudad Vieja y la Pescadería estuvieron separadas durante siglos por las murallas que rodeaban la antigua ciudadela coruñesa. Tras el derribo de las fortificaciones, el Ayuntamiento concibió la idea de crear un espacio público en la amplia explanada que se había creado en el lugar. El arquitecto municipal José María de Noya fue quien trazó el primer proyecto de la plaza en 1859, por lo que ese mismo año se inició la expropiación de los terrenos, que luego se dividieron en parcelas y se subastaron para la construcción de viviendas. Otro arquitecto, Faustino Domínguez, dictó las normas para la edificación, en las que se estableció que la primera planta de las casas debía tener balcones corridos y la segunda, individuales. La tercera planta debía ser un ático, pero se transformó en un nuevo piso con galerías, sobre el que se construyeron buhardillas. En 1912 se permitió la instalación de terrazas con ático en varios de estos inmuebles. La plaza fue concebida como un lugar para el paseo y no para el comercio, como sucede en las plazas castellanas, por lo que los soportales surgieron para permitir el paseo en los numerosos días de lluvia. Las dimensiones del recinto, un cuadrado de 111,20 metros de lado, junto con la presencia del Palacio Municipal, convierten a la plaza en el principal espacio público de la ciudad, en el que se celebran importantes actos de carácter social, político y cultural. El edificio consistorial debía quedar integrado en los bloques de viviendas, según el proyecto original, pero Pedro Mariño cambió el diseño y lo separó del conjunto. El palacio, terminado en 1918, fue ideado como un reflejo de la pujanza de la ciudad. La plaza se dedicó a María Pita, la heroína de la defensa de la ciudad contra los ingleses en 1589, aunque su primer nombre fue el de Alesón, el general que fue capitán general de Galicia y que se distinguió en la Guerra de la Independencia y la lucha contra los Cien Mil Hijos de San Luis. J. M. Gutiérrez