-         Me acabo de comprar un libro.

-         ¡Qué bien!

-         Te apuesto lo que quieras a que no lo acabo nunca.

-         Vale, vale, no insistas. Tú ganas.

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No tenemos el placer de conocernos.

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Cómo llegar a ti sin pasar por mí...

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- ¿Ya tienes flecha para el juicio?

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Amo la soledad de los parques que leen, escondidos de las gentes felices, nutridos de sombras y de hojas inertes, nutridos de vientos febles que sueñan con vencer al verano.

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Los deseos inalcanzables nunca te defraudan.

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Desbordado por la rabia, por la frustración a la que le aboca su ignorancia, aquel indeseable se puso a pegarle tiros al arcoíris.

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¿Será que las rosas se marchitan en cuanto uno les presta atención?

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Me gusta la Galicia que se esconde, y no aquella a la que empujan a exhibirse. Me gusta incluso, todavía más, aquella que se esconde también de mí y que, si algún día ha de morir, lo hará sola, desconocida, olvidada de sí misma, arropada si acaso, únicamente, por una hermosa dignidad que podríamos suponerle pero que ella jamás osaría reclamar: la dignidad de no soñar con dignidad alguna.