Cada año, aupadas por distintos patrones atmosféricos, enormes cantidades de polvo sahariano viajan desde el norte de África hacia el Atlántico y Europa. Un equipo internacional ha reconstruido estos flujos en los últimos 5.000 años y ha constatado que, en ese tiempo, la llegada de polvo sahariano a la península Ibérica ha aumentado un 400%.

Para los autores, la conclusión está clara: "Esto es consecuencia directa de la progresiva e inexorable aridificación del norte de África y del incremento del gradiente climático entre la zona ecuatorial y el Ártico, que ha dominado este periodo temporal", destaca Javier Martín Chivelet, catedrático del Departamento de Geodinámica, Estratigrafía y Paleontología de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).

Liderado por la UCM, el estudio se ha hecho con la participación de investigadores del Centro español de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT), el University College Dublin (Irlanda) y la Universidad de Minesota (EE.UU.) y se ha publicado este viernes en la revista Science Advances.

Producidos por los episodios de calima, los flujos de polvo no son uniformes en el tiempo ni en el espacio y, además de ser un riesgo para la salud humana, provocan lluvias de barro.

Según la investigación, en los últimos cinco milenios hubo tres momentos significativos: entre el año 4.400 y el 3.800 antes del presente, entre el 2.900 y 2.400 y entre el 1.800 y el 1.400.

"Estos intervalos no son casuales, sino que coinciden con periodos de cambio climático abrupto en el Atlántico Norte y también en el resto del planeta. El polvo exportado por el Sahara desempeña un papel fundamental en la regulación del clima global y, por tanto, en el cambio climático actual y su desarrollo futuro", añade Chivelet.

Para hacer el estudio, los investigadores llevaron a cabo un análisis paleoclimático en las estalagmitas de una cueva del complejo kárstico de Ojo Guareña, en Burgos.

Juncal Cruz, quien realizó su tesis doctoral en la UCM sobre estas estalagmitas, analizó las variaciones internas en la señal isotópica –cantidad de átomos radiogénicos- del estroncio en busca de los cambios que pudieran haberse producido en la acumulación de polvo sahariano sobre la cueva a lo largo del tiempo.

El polvo sahariano que se deposita en el norte peninsular procede en gran medida de la erosión de rocas muy antiguas del cratón africano, cuya composición isotópica (con una alta concentración del isótopo estroncio-87) es muy diferente de las rocas de la cueva y de otros aerosoles que llegan a la zona.

"Los resultados fueron sorprendentes y confirmaban nuestra hipótesis", subraya el estudio.

El estroncio de las estalagmitas, aportado por el polvo sahariano y transportado por el agua de percolación al interior de la cueva, "nos permitió reconocer y cuantificar las variaciones en los aportes de polvo sahariano a la región a lo largo de casi cinco milenios y en la actualidad", comentan los autores

Los aerosoles desérticos influyen en el clima planetario de muchas formas: dispersan y absorben la radiación solar, modifican las características de las nubes y fertilizan los ecosistemas marinos y terrestres.

Sin embargo, dada su complejidad, estos procesos son difíciles de simular e introducen incertidumbre en los modelos climáticos.

"Este trabajo, y otros que le puedan seguir en el futuro, contribuye a mejorar nuestro conocimiento de las interacciones entre los aerosoles procedentes del desierto y el clima global y permite alimentar y calibrar los modelos climáticos en los que se basan las proyecciones futuras", concluye Chivelet.