La selección española de baloncesto femenino ha vuelto a darnos una alegría a los que seguimos con pasión este magnífico deporte, que dicho sea de paso, no somos tan abundantes como otros más mediáticos tales como el fútbol o el deporte de motor en general.

Y es que el deporte del balón naranja ha vivido mejores días, tanto en aforo de pabellones, audiencias televisivas e incluso para echar unas pachangas, dado que las canastas por no proliferar en parques y plazas comunes desaparecen, dejando espacio a otros menesteres de según los entendidos, más tirón.

Pero pese a todo los números hablan por sí solos; el Básquet Coruña abriéndose paso en una ciudad concebida por y para el fútbol, y a nivel nacional dos equipos en la Final Four con un Real Madrid campeón de Europa, además de una selección masculina llamada ÑBA que hasta el pasado tropezón europeo venía cosechando éxito tras éxito de la mano de los Gasol y compañía.

Y ahora, nuestras chicas. Siete medallas en los últimos ocho europeos. ¿Alguien da más? Menudas guerreras de la canasta, demostrando unas dotes baloncestísticas de primerísimo orden, tirando por la borda aquellas aberrantes propuestas del pasado por parte de quienes no merecen ni ser nombrados, que defendían ideas tan denigrantes como bajar la altura de los aros o ceñir el pantalón del uniforme. Lamentable pero cierto.

Y puestos a romper una lanza en favor de las féminas sería muy recomendable reflexionar por qué casi la totalidad del plantel juega en ligas extranjeras, escapando de la española, además de repasar el papel y la necesidad de las cheerleaders o animadoras, machismo arrogante, discriminatorio y caduco se mire por donde se mire.

Pero ahora lo que toca es disfrutar y felicitar a nuestras jugadoras, agradeciéndoles esta nueva satisfacción en forma de medalla y el bravo empujón en pos de situar este fantástico deporte llamado baloncesto allí donde se merece. Selección española femenina, de diez.

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