El acto del sábado 28 de noviembre en Palexco en A Coruña, donde se reunieron varios alcaldes de nuevo cuño, desde el de Zaragoza, Cádiz, Barcelona, Valencia, Ferrol, Santiago, representante del Ayuntamiento de Madrid, y poniendo la guinda, como no podía ser de otra manera, Xulio Ferreiro Baamonde, alcalde de A Coruña, resultó interesante y cargado de emociones. El discurso repartido entre todos los ponentes de ambos géneros tuvo como leitmotiv la necesidad de una renovación profunda de la política española de las últimas décadas. Decían, unos y otros que el cambio ya se ha iniciado desde que las mareas ocupan la mayoría de municipios españoles.

La honradez, la transparencia y la honestidad, presiden, decían, las corporaciones de todos estos municipios. Y yo me atrevo a asentir, ya que de ningún modo pretenden, según dijeron, el perpetuarse en los cargos. Únicamente para el cambio necesario estamos aquí. Somos gentes comunes al igual que aquellas que pululan por las calles y plazas y que nos han colocado en tales puestos. No pretendemos una profesionalización personal de la política.

Es en ello, en donde en gran parte se fragua la corrupción y todo tipo de fraudes. Todos y todas estuvieron brillantes, sociales, y humanos. Daba la sensación al escucharles que el pacto social quebrado volvería a regenerarse limpio y cargado de todos los derechos destruidos por las políticas de gobiernos vinculados a la patronal a través de ese lobby que sangra cruelmente al trabajador y beneficia al cargo público mediante la puerta giratoria, tras agotar sus manejos poltroneros.

El acto, insisto, resultó emotivo y esperanzador, Xulio Ferreiro explosionó de manera brillante y contundente en su emotivo y sensato discurso, cerrando, como anfitrión el acto. España, y así lo quiero creer, es posible que con tales agrupaciones recupere la perdida dignidad política y vuelva al camino de la decencia restituyendo los derechos de los trabajadores, que al fin y a la postre son quienes dan vida, riqueza, movilidad y grandeza a los estados, y por encima pagan los sueldos muchas veces indecorosos de sus verdugos políticos.

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