Leo con cierta reserva que el alcalde de Coruña y por asimilación entiendo que esa Concellería de Servicios Sociales, se ha ofrecido a dar acogimiento a una centena de refugiados sirios. Es decir, darles casa, sanidad, educación, formación laboral y empleo consustancial con dicho acogimiento. Entiendo que el hecho no deja de ser una temeridad que nos está haciendo ver dos cosas. El tufillo electoral del momento político. Y el consabido refrán de que el árbol no nos deja ver el bosque. Por lo que además de estudiar esa posible acogida ¿no deberíamos ocuparnos un poco de los nuestros? Asistimos con preocupación a la presencia de decenas de gente viviendo en las calles a los que se lanza una serie de apelativos como mendigos, y algunos realmente crueles como desechables. Todos ellos son personas que han llegado a extremos de desatención que pone en peligro no solo la supervivencia sino los elementos mínimos para la vitalidad. Los coruñeses nos hemos acostumbrado a verlos y con precarias limosnas que apenas alivian una necesidad extrema, tranquilizamos nuestras conciencias. Cuando no directamente cambiamos de acera para no coincidir con ellos. Mucho me temo que, de seguir así, este tipo de personas podría copar muy pronto el espacio público desde el que ir acrecentando otro problema más grave que es el de la inseguridad, con prácticas violentas con el fin de obtener los elementos vitales de los que carecen. Nuestra administración en general contempla ligeramente el problema sin asumir las medidas que atenúen esta situación, donde además del factor casa cuente la asistencia médica y psicológica así como desarrollar sus capacidades y desempeñar una actividad útil a la sociedad. La situación tiene que ser abordada de una adecuada forma, al tratarse de un azote social, donde el principal compromiso tiene necesariamente que salir de esa Concellería, en su deber de establecer políticas de integración social, dando cumplimiento a lo establecido en la Constitución que ordena el Estado Social de Derecho. Pero como muchas cosas, esas normas pocas veces se cumplen negando a este segmento de población la oportunidad de incorporarse a la sociedad. Todo lo cual me lleva a enviarle este escrito, en petición de más realismo a la hora de atajar este grave azote, que sin quedar en meros calificativos despectivos, vaya a las acciones concretas que permitan resolver el problema que hoy aqueja a la ciudad.

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