Desde hace años cada pocos meses tenemos el desagradable honor de escuchar por la televisión o leer en artículos otra crítica llena de tópicos sobre la generación de los millenials. Estas voces les suelen tachar de incultos, adictos a las redes sociales y vagos a la vez que les culpa por vivir de alquiler y no comprar casas, no ir a restaurantes a menudo o tener menos hijos, en definitiva, romper con las generaciones anteriores. Lo que estos autores olvidan mencionar es que los millenials crecieron y sufrieron de lleno la recesión económica del 2008, lo cual les dificultó el acceso al mundo laboral, obligándoles a emigrar a otros países tal y como sucedió al final de la Guerra Civil, o a inventarse nuevos trabajos como los de vlogger, influencer o dueño de una start up, y alejarse así del sistema que les dio la espalda. Debido a todo esto los millenials suelen ser más pobres que sus padres, lo cual explica que prefieran mantenerse lejos de los excesos que llevaron a la generación anterior al desastre del 2008. Cada generación supone un avance y una confrontación contra el modelo de vida de la generación anterior, los millenials no son ni los primeros ni los últimos en rebelarse contra el pasado en pro de un futuro mejor.

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