Tras presenciar las primeras imágenes de lo acontecido el 1-O en Catalunya, además de una profunda amargura, siento vergüenza de los políticos que dicen representarnos. Unos y otros, de toda la clase política.

Con la ley no basta, señor Rajoy. Ha sido elegido para aportar soluciones a nuestros problemas, no para dejar que corra el aire y esperar a que los conflictos se resuelvan solos.

Irse por los cerros de Úbeda cuando el proceso del 9-N era un síntoma claro de que algo estaba pasando en Catalunya, demuestra la incompetencia de nuestro presidente y su Gobierno.

Esa incapacidad es más que evidente cuando se pretende solucionar un conflicto político con litigios y apercibimientos de cárcel, primero, y con porras y pelotas de goma, después. Es decir, contra un referéndum a la catalana, represión a la española. Peor el remedio que la enfermedad.

Las cargas policiales impidieron un referéndum fuera de la ley, pero no silenciaron las voces de muchos catalanes que finalmente habían decidido movilizarse pacíficamente no por el independentismo, si no contra la ineptitud y represión de los que gobiernan.

Este día negro para nuestra democracia, además de dejar heridos a cientos de esos miles de ciudadanos que salieron a manifestarse de forma pacífica, deja una sociedad dividida en la que otro tipo de heridas abiertas, pueden ahora gangrenarse.

Ante este estrepitoso fracaso de la política, hacen falta políticos de gran nivel que sean capaces de recomponer y restaurar un escenario degradado en el que el caldo de cultivo ha sido la falta de diálogo.

Como agua de mayo, necesitamos una alternativa política fértil y convincente que tenga la capacidad de retar a los que gobiernan. Con la ley en la mano, pero buscando un marco de convivencia en el que todos los catalanes se sientan a gusto en España.

Esperemos que después de la tempestad, venga la calma. Como antes del 1-O, pero ahora incluso más, sigue estando en juego nuestra democracia.