En el año 2011 se inauguraba la línea ferroviaria Ourense-Santiago como primicia de la campaña electoral, y como todo acontecimiento, en este acto se procedió a guardar un minuto de silencio.

Pero dos años después, julio del 2013, un tren Alvia descarrilaba en la curva A Grandeira, en Angrois, por exceso de velocidad, y causaba la muerte de 80 pasajeros y 144 heridos. Como testigos y jueces fueron las dos cajas negras del tren, que en el momento del siniestro dieron los datos precisos para poder conocer las causas del descarrilamiento, evitando así que las declaraciones del maquinista, interventor, responsables de Renfe y estamentos oficiales no pudieran adjudicarse unas ventajas que no siempre son legítimas (intereses creados).

Pero para mejor entendimiento, no hay que entrar en polémicas: Que si el Alvia pesaba 32 TN más de lo permitido, que la curva no podía tomarse a más de 80 Km (cuando el maquinista lleva los mandos), que si los Alvia tienen sistema de seguridad ante una velocidad excesiva, que si había algún cambio significativo como la desconexión del ERTMS o el cambio de un sistema de apoyo como el ASFA.

Y es que aunque no tuviesen estos sistemas de seguridad, los Alvia de antes y después de este accidente ninguno ha descarrilado siempre y cuando el maquinista llevase los mandos y estuviese atento a la vía.

Y es que la cadena de posibles errores que desembocaron en el descarrilamiento en la curva A Grandeira de Angrois, la gente aún se pregunta ¿Por qué ese trazado? Y es que no fue necesario la intervención de la Agencia Ferroviaria Europea para que determinase la investigación. Pues a mi modo de ver y entender, la única medida de seguridad es excavar y perforar con máquina tuneladora, a la altura de la vía del tren, toda la pared necesaria del terreno donde se ubica la finca que sobrevuela delante de la curva A Grandeira y metiendo bajo tierra la vía necesaria para lograr un ángulo suficiente para que los trenes de alta velocidad puedan superar la velocidad de un tren de mercancías.

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