Hubo un tiempo en que nos hicieron creer que alcanzado el siglo XXI, una mujer y un hombre serían personas libres e iguales. Burda mentira. La falta de respeto y consideración a nuestras congéneres féminas se plasma con más determinación que nunca, perpetuándose inexorable en el tiempo bajo el fiel custodio del sempiterno macho alfa, gran sabedor él de que llegado el día de ceder su mando en favor de una mujer, ni por asomo será recuperado.

Basta con echar un vistazo a nuestro alrededor para cerciorarse de que, por desgracia, hay de todo un poco con lo que desear que a uno se lo trague la tierra y no querer salir de allí jamás. Vergonzoso y vil sonrojo para ésta indiferente sociedad, en cada uno de sus más variopintos ámbitos.

Véase. En los colegios, desde bien pequeñitos, uniformes diferenciales. Amén de los catálogos de juguetes, donde se muestra a las claras con que jugar según sean niños o niñas, incluso debido a esta condición, la profesión a desarrollar en un futuro. Vamos, quién será el médico y quién la limpiadora. ¿Institutos? Dictatorial control mediante las aplicaciones tecnológicas de los adolescentes hacia sus parejas. Donde estás, con quién y cómo vas vestida. "Son ellas, que lo consienten", afirman nuestros infantes cuando se les pregunta a qué se debe tan nefasto comportamiento, futuros santos barones. En los hogares, violencia machista. Menuda lacra. A ritmo sangrante de una mujer asesinada por semana. Intolerable a todas luces. ¿Mercado laboral? Por supuesto, techo de cristal bien grande. Solo hasta aquí y agradecida de tener un trabajo. Además de que desarrollando la misma actividad que un hombre, tener que dar el callo una media de 79 días más al año para percibir la misma retribución. Casi iguales, vaya. ¿Deporte profesional? Cláusula en el contrato de que en caso de embarazo, a la calle. ¿Publicidad? Sexista. Sirva como ejemplo el detergente para la ropa presentado por ellas y para ellas, ya que los hombres no están para poner en marcha una lavadora, faltaría más. ¿Y la música? Llega con decir reguetón, ese más que cuestionable arte musical y sus humillantes letras machistas. ¿Cine? Escándalo mayúsculo en Hollywood, abusos sexuales por parte de directores y productores, hacia cómo no, actrices. ¿Política? Decenas de mujeres denunciando acoso sexual dentro del mismísimo Parlamento Europeo.

Y por supuesto, lo de siempre, lo ya arraigado en concepto misógino. Ablación de niñas africanas, tráfico de mujeres para obligarlas a prostituirse, lapidación por adulterio, burkas y demás glorificación para el género masculino.

¿Demagogia? Que va. Ni mucho menos. Solo pensar a ver cómo les explicamos el día de mañana a nuestras hijas pequeñas, ese idílico mundo que les espera ahí fuera.

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