La errática e irresponsable actitud del presidente Puigdemont y la maraña de intereses, presiones y estrambóticas propuestas de las formaciones políticas y sociales que alimentan este proceso de independencia, refuerzan la necesidad de que el gobierno de España aplique cuanto antes los mecanismos necesarios para que Cataluña vuelva a la legalidad, recobre el habitual discurrir de la convivencia, las instituciones públicas retomen el espíritu de servicio, se despeje el riesgo de pérdida de pulso en la recuperación de la economía y se abra un horizonte de esperanza. La Cataluña real se lo merece ya, y también España entera.