Las ocurrencias deben de ser las "otras formas de hacer bien las cosas" (Pablo Iglesias, sic) que tienen los podemitas. Y la última la sacaron de la chistera los ediles madrileños al establecer calles peatonales de sentido único. ¿Y por qué me parece una ocurrencia? Por la sencilla razón de que los viales de sentido único para peatones van en contra del espíritu paseante. No se puede encauzar una reata de peatones como si fueran reses con destino al matadero, donde volver atrás sea imposible.

Sin embargo, la polémica suscitada pone de manifiesto la necesidad de ordenar el tránsito de peatones cuando son muchedumbres las que se mueven por determinados espacios, y los de ida tropiezan con los de vuelta, al no respetarse el más elemental de los principios: conservar su derecha. Es decir, la solución es mucho más sencilla que la tomada en Madrid y, además, ya está inventada. Se trata, simplemente, de utilizar la parte derecha del vial. Para ello, puede dividirse este por la mitad, bien mediante objetos físicos permeables, como farolas, maceteros o, si el espacio lo permite, bancos? o, simplemente, con una línea que, incluso, puede ser imaginaria. Y si los peatones no lo hacen de motu proprio, se les conmina a que circular por el lado derecho, práctica que también se debe aplicar para transitar por las aceras y cruzar por los pasos para peatones.

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