Las redes sociales han creado de la nada el sentimiento de impunidad del que se valen los valientes frente a un monitor. La decencia y el respeto al próximo sufrieron una herida mortal de incalculable magnitud social cuando se abrió la veda para esos faltos de escrúpulos hacia los demás siendo, por desgracia, nido de maldades que olvidan el significado de la palabra rectitud.

Se ha creado un mundo virtual cuya filosofía es la de no dar explicaciones de sus actos amparándose en lo negro de internet, en lo oscuro e incierto del mismo donde parece reinar el pensamiento de la insolidaridad y de un egoísmo desmesurado.

El mal uso de las redes debería estar reflejado con más dureza en el código penal para erradicar claros ejemplos de falta de respeto y/o ensañamiento más cruel. Facebook. Instragram, WhatsApp, etc., son claro ejemplo de las herramientas usadas favoreciendo los insultos sin haber consecuencias legales inmediatamente después de los actos sobre el infractor. Eso es algo que se sabe por parte de los de doble moral para reincidir en su conducta bajo ese manto invisible de saberse intocables. Nadie da la cara frente al destinatario de sus ultrajes riéndose de las advertencias de denuncia. Nadie quiere ser responsable de sus actos, viles y cobardes, aunque en la vida real se pudieran regir por principios correctos y honorables siendo una clara muestra de la decadente sociedad en la que vivimos a principios del S.XXI infectada de ese mortal virus matando los principios en los que nuestros padres nos educaron a los que pasamos de la cuarentena.

¿Qué será de nuestros hijos, hombres y mujeres del mañana, con esta realidad tan distorsionada de sus nobles orígenes usándola de espejo para formarse? Negros nubarrones se acercan inexorablemente anunciándonos la tan sabida caída de la educación. Lloremos pues.

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