La Asociación Ciudadana de Lucha contra la Droga (Aclad) ha realizado un estudio con trescientos escolares coruñeses en el que se muestra que, al igual que sucede en todas partes, la adicción o dependencia del uso de los sistemas de nueva tecnología digital (TIC) va en aumento entre los más jóvenes. Se ha observado que casi la mitad de los menores pasan con sus smartphones e internet entre dos y cuatro horas al día, y que el 90 por ciento lo usa a diario. Además, un tercio de los mismos han recibido imágenes de contenido sexual y más del 40 por ciento, de carácter violento. El abuso del móvil suscita quejas por parte de familiares y amigos en casi dos tercios de los casos. Es evidente que algo se nos está yendo de las manos.

El exceso de tiempo y atención en el uso de las nuevas tecnologías es malo cuando genera dependencia insuperable en los sujetos afectados, les aparta de sus seres queridos, los aísla del medio social y natural, y les impide realizar con normalidad las tareas propias de la vida diaria. En el caso de los escolares, además de abstraerlos de su vida familiar, mengua su capacidad de concentración y su dedicación al estudio, provocando desinterés en actividades de carácter cultural y bloqueando su creatividad. Es, por tanto, una mala costumbre y un vicio, la de mantenerse pegado horas y horas a aparatos que, como decían de la fotografía los indios americanos, nos "roban el alma", y en este caso aún con más ahínco, pues nos impiden -y sobre todo a los menores, que son quienes más deben hacerlo- desarrollar las facultades humanas para el pensamiento y para la acción.

No cabe duda de que las TIC tienen asimismo ventajas, pero como decían los griegos "nada en exceso" puede ser bueno. Limitar su uso a un tiempo razonable y no permitir que generen adicción en los más pequeños es una obligación de todos. Prohibir los móviles en clase es una medida indispensable, pero además dentro de las familias deben adoptarse medidas como no proporcionar smartphones a niños de menos de catorce años, reducir el tiempo de su uso diario, controlar contenidos, e incluso retirarles los aparatos si se advierte un grado de dependencia inaceptable; pero es obvio que sobre todo hay que predicar con el ejemplo, y los propios adultos debemos restringirnos su consumo si queremos que los niños lo hagan.

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