Hace unos días se despertó un pequeño escándalo en los Estados Unidos cuando un profesor de Wisconsin mandó como deberes a sus alumnos pensar en tres argumentos a favor y en contra de la esclavitud. A pesar de ser este un simple ejercicio para que los niños desarrollen las herramientas para pensar por sí mismos y juzgar si un hecho es condenable o no, el comportamiento del profesor fue tachado de deplorable por pretender que sus alumnos encontrasen argumentos a favor de la esclavitud. Este tipo de reacciones también las tenemos en nuestro país, y aunque todos el mundo parece entender a priori que pensar por uno mismo, valorando todas las opciones, es algo deseable, luego no todo el mundo trata a las personas que se atreven a escuchar a todos los bandos de manera respetable. Esta clase de paternalismo protector ejercido sobre las ideas es dañino, pues al orientarnos hacia una deducción predeterminada antes de haber siquiera pensado en el problema nos privan de el verdadero proceso de crecimiento que es enfrentarse a las propias ideas que pueda tener uno mismo, someterlas a juicio, exponerlas a otras ideas o argumentos para así probar su validez. Cuando la sociedad te obliga a pensar de una manera concreta, pensar por ti mismo se convierte en un acto revolucionario.

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