Podría atribuirse al cambio climático. Inviernos secos y veranos de mes y medio. Las golondrinas, despistadas. O a la globalización imparable que no entiende de temporadas de alimentos, trayendo la piña caribeña en plena nieve de diciembre. Aunque lo más probable sea que el desenfoque en el que nos encontramos nos lo imponga el insaciable consumismo. Oda al neo dios. Innovando sobre lo ya inventado, mientras sirva para sacarte hasta las entrañas.

Nos venden celebraciones que nunca existieron por estos lares, convirtiéndolas en hijas de la patria. Calabazas habría que darle al mercader del Día de Difuntos. ¿Navidades? De finales de noviembre hasta mediados de enero. Dieta de turrón y mazapán al menos ocho semanas. ¿Rebajas? Sobre las de hace diez días otro descuento del 40%, esperamos que vengas. Quieren hasta la calderilla que nos va quedando, al final todo suma. ¿Los cruceros de verano y las vacaciones de palmera y toalla en la playa? Te las vamos colocando ahora, sin olvidarnos del puente del primero de mayo que ya está ahí. Y por supuesto, sin empezar febrero, ya hay filloas y orejas de carnaval en los escaparates.

Traga, mastica, traga y vuelta a empezar. Como para no encontrar desenfocado el enfoque.

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