Por los colegios y sus uniformes diferenciales. Los catálogos de juguetes, donde se indica con que jugar según sean niños o niñas. Por el dictatorial control mediante las aplicaciones tecnológicas de los adolescentes hacia sus parejas. Dónde estás, con quién y cómo vas vestida. Por la violencia machista en los hogares, a ritmo sangrante de una mujer asesinada por semana. Por el techo de cristal en el mercado laboral. Y desarrollando la misma actividad que un hombre, tener que trabajar una media de 79 días más al año para percibir la misma retribución. Por la cláusula en el contrato deportivo, esa de que en caso de embarazo, a la calle. Por el regetón y sus humillantes letras machistas. Por la publicidad sexista, el detergente para la ropa presentado por ellas y para ellas. Por los abusos sexuales por parte de directores hacia las actrices. Por la política, con decenas de mujeres denunciando acoso sexual dentro del mismísimo Parlamento Europeo. Y por supuesto, por la ablación de niñas africanas, tráfico de mujeres para obligarlas a prostituirse, lapidación por adulterio, burkas y demás glorificación para el género masculino.

Por nuestras compañeras en la vida, nuestras madres, hermanas e hijas.

Por no ser indiferentes, y ayudarlas a cambiar la desigualdad en la que vivimos.