Cabría pensar que no influyen. Pasando de largo, a lomos de la inexorable celeridad de los acontecimientos. Pero se quedan varadas en la retina. Esa noticia, aquella información. A cada cual, más devastadora.

Bullying en los colegios, los descerebrados matones del mañana. Buscarán equipo para zurrarse, ojalá en ultramar. Pederastas y sus innombrables archivos, escandalizando incluso a los encargados de perseguirlos. Abusos sexuales de menores contra menores, la incultura del selfie y el narcisismo. El sufrimiento de la persona violada, resulta indiferente. Nuestros jóvenes mejor formados, con la maleta en el aeropuerto. Falta de becas, de oportunidades. Pero va sobrando para sueldos vitalicios, nepotismo y corrupción. Padres que reciclan su oficio para encontrar un trabajo que nunca llega. Y si él lo logra, temporal y mal remunerado. Si ella lo consigue, habrá techo de cristal. Que nos paguen lo que ellos quieran, reflexionan, a cambio de no acabar desahuciados. Violencia de género. Las mujeres, confundidas por el macho alfa con una posesión. Y los abuelos en la calle, pero no mirando las obras. Reclamando lo que es suyo, para vivir lo que pueda quedarles con dignidad. Héroes, una vez más.