No solo con toques y jugar bien se gana, incluso puede ser aburrido. Si no hay espíritu ganador es imposible marcar gol y menos aún si no se tira a puerta, incluso si el contrario es mucho peor.

Está claro que al margen de todas las explicaciones que se han dado, muy pocos han dicho lo que en mi opinión ha sido clave en el desastre de la selección española. Al margen de destituciones apresuradas, fue el miedo. El miedo que atenaza la imaginación. Miedo a arriesgar, miedo al fallo, en definitiva, no creer en sí mismo.

Salvando las distancias también ese miedo existe en el ámbito político del PP que impide un discurso fresco, diferente y tan necesario en la derecha española y que incluso puede ser la razón de la poca participación de sus afiliados. Es grave, pues es la principal opción conservadora, y por consiguiente repercute en las demás opciones políticas incluso de otro signo.

La salida de Rajoy fue como la de Lopetegui, no esperada, apresurada diría y con ausencia de un líder que sepa dirigir los cambios de táctica en momentos críticos. Todos los posibles sustitutos que aspiran cometen idénticos errores. Sus discursos, terriblemente simplistas, son como los pases en horizontal, pero no hay un discurso que sea un revulsivo tan necesario en la derecha y en el pensamiento de avanzar hacia un partido no atenazado todavía por un pasado no democrático. No hay autocrítica ya sí no se puede encarar el futuro. Y si no hay análisis de las causas de su debacle, todo quedará en pases aburriendo un discurso ya cansino de que la culpa es del cerrajón de los otros, de los separatistas, los rojos o los masones.

A pesar de que 40 años de democracia son ya muchos para cambiar el paso y analizar los fallos que son evidentes, y que codifican una situación que exige nuevas formas con políticas de Estado y no discursos para la afición. El problema es que sin claras alternativas que sean un revulsivo, no solo ha perdido la selección sino que perderá el PP y el país.

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