El drama humano de la inmigración exige mente abierta, solidaridad, reflexión y también rigor. Las ligerezas son muy perjudiciales. No sé cuántos inmigrantes irregulares ha conocido cada lector de estas líneas. Los que yo conozco son de un gran sufrimiento, superando muchos obstáculos -guerra, robos, hambre, heridas-, y se han adaptado a nuestro país.

Por supuesto que es complejo el problema, por eso hay que tener cuidado con las simplificaciones o las generalizaciones. Es sabido que la inmigración es, también, un gran negocio para las mafias, y hasta para ciertas organizaciones en los países de acogida, dato que a veces no se cuenta o se ignora. Un inmigrante inició su huida hacia Europa en una comitiva organizada por una mafia. Su familia había hecho un notable esfuerzo económico para que él saliera del país. Por la noche, oyó la conversación de los que les conducían en teoría a una tierra mejor, y oyó cómo relataban la venta de órganos de los integrantes de la expedición anterior: lo relató a los que le acompañaban, y huyeron como pudieron. ¿Le contamos a ese inmigrante que nos duele, que no cabe en España, o hacemos algo por él?

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