Vuelta a su lugar en la enseñanza, de donde nunca tuvo que haber partido. Da igual qué formación política lo proponga, se antoja indispensable. No para aprender filosofía. Nombres y fechas que, tras atiborrarse de ellas, vomitar el día del examen. Justo lo contrario, cultivarse a la hora de filosofar. Crearse una opinión propia tras contrastarla con las demás. Sin miedo a cotejar ideas. Para evitar la alienación de nuestros chavales, esos que actúan sobre lo que el yugo de las redes sociales dicta, sin preguntarse tan siquiera el porqué.