La anexión de Crimea, territorio ucraniano, por parte de Rusia no está avalada por la comunidad internacional, pero Rusia está dispuesta a consolidarla expandiendo su control marítimo.

Hace cuatro años Rusia esgrimió la legítima defensa y la protección de los ciudadanos rusos para justificar sus acciones. En ese momento la fuerza se impuso al derecho.

Hoy el peligro es que se reproduzca esta misma solución y que Rusia actúe de acuerdo a una política de hechos consumados frente a la que Ucrania tendría poco que hacer. Occidente, más débil que nunca, oscila entre una solidaridad de palabras huecas hacia Ucrania y unas sanciones a Moscú que no sirven para embridar el expansionismo de Putin.

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