Por muy pesados que nos parezcan nuestros padres, la razón es suya y tenemos que reconocerlo. Comenzamos desde pequeños (si el niño molesta le damos el móvil) y cada vez nos vamos sumergiendo más, hasta convertirnos en adictos (aunque siempre decimos "Ya lo dejo, solo es un segundo").

Dependemos de él, lo necesitamos y si no lo tenemos, no estamos tranquilos.

Aprendimos a vivir por y para él, sin apenas comunicarnos de otra manera.

Así que, sí, están en lo correcto, en lugar de disfrutar el momento, perdemos el tiempo.

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