No hace mucho que leí que las personas generosas cumplen siete reglas: Son sensibles ante las necesidades de otros, observan el potencial de la gente a su alrededor, son voluntarios que trabajan con otros y para otros, comparten sus conocimientos y experiencia, ayudan a lograr el desarrollo de los demás, entregan a otros su propio tiempo, talento y riquezas y practican la responsabilidad social. Si estas son las reglas que definen a las personas generosas está claro que en estos momentos nuestro parlamento está falto de la hormona oxitocina que es la hormona que está relacionada con la generosidad.

Aun así, y como me gusta soñar, me voy a permitir la osadía de, a través de esta carta, pedirles a nuestros políticos que sean generosos y solidarios. Por si no lo recuerdan, colapsados por los continuos yo y tú más en el que están metidos, les voy a recordar que la generosidad es el hábito de dar o compartir con los demás sin recibir nada a cambio. Para motivarlos les recordaré que en momentos como el que estamos viviendo, la ayuda ha sido con frecuencia proporcionada por individuos o grupos que actuaban de manera unilateral en su entrega de tiempo, de recursos, de mercancías, de cobijo, etc. Recuerden a quienes aplaudimos.

Por otro lado, quiero recordarles que uno de los valores humanos por excelencia es la solidaridad que como sabrán nos obliga a ir más allá de nosotros mismos, de nuestros intereses personales o necesidades particulares.

Somos solidarios cuando nos "damos cuenta" de que existen individuos o grupos a los que podemos ayudar. Estarán de acuerdo conmigo en que en este momento hay gente que vive las consecuencias de una pandemia que sufre hambre o pobreza extrema, es discriminada, padece alguna enfermedad, etcétera.

Si me hacen un poco de caso y son capaces de aplicarse alguno de los atributos de la generosidad y solidaridad, estoy absolutamente seguro de que, no sé ustedes, pero muchos españoles dormiremos mejor.

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